3. Positivismo

En contraste con el entusiasmo compartido en el seno del idealismo y el romanticismo a favor de las posibilidades de la razón y el genio creativo, el visible desarrollo de la ciencia va relegando progresivamente a la filosofía a un segundo plano; empieza a extenderse la idea de que la ciencia podría constituirse como la única guía para la humanidad. El positivismo desarrollará un marco filosófico acorde con este planteamiento defendiendo como modelo de conocimiento, frente a la especulación metafísica, una ciencia experimental que se atenga a los hechos.
Pensadores como Augusto Comte y John Stuart Mill dieron origen, en el siglo XIX, a un movimiento filosófico que se extiende por toda Europa, el positivismo, caracterizado por su rechazo de la tradición metafísica y la exaltación de la ciencia como verdadero conocimiento.

La epistemología, rama de la filosofía dedicada al conocimiento científico, será el centro de interés de esta corriente de pensamiento. Su noción principal es la consideración de la ciencia como el único modo de conocimiento válido. De acuerdo con la tradición empirista y frente a una interpretación del saber fundado en principios a priori o nociones universales, entienden que todo conocimiento tiene su origen en la experiencia sensible y que solo los hechos empíricos pueden ser base del verdadero conocimiento. El positivismo será así un modelo que niega el valor de la filosofía especulativa y la metafísica, a la que consideran propia de un estadio superado de la historia de la humanidad.
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Las ciencias, conectadas en un único sistema, han de obedecer a un único método en cada una de sus ramas, con independencia de cuál sea su objeto de estudio. Su método toma a las ciencias físico naturales como modelo. Éste consiste en un proceso inductivo que, partiendo de la experiencia, busca determinar las conexiones causales entre los hechos y establecer las leyes generales.

El positivismo recalcará la dimensión práctica de la ciencia, valorando la importancia de la misma respecto al estudio de la sociedad y confiando en la misma como instrumento para la solución de los problemas de la humanidad. Esto coincide con una interpretación optimista de la historia, concebida como un progreso firme hacia el bienestar generalizado.
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Fue Comte quien utilizó por primera vez el término positivismo para referirse con él al modelo filosófico que acabamos de estudiar. El concepto, sin embargo, permite variantes de distinto tipo en su uso popular. Te invitamos a que repases los siguientes significados atribuidos a los conceptos positivismo o positivista. Hemos omitido aquellas entradas en las que la definición apunta directamente a la filosofía. Queremos que reflexiones sobre las siguientes para que determines qué rasgos de este movimiento filosófico encajarían con ellas y decidas, en cada caso, si su empleo se ajusta o distorsiona el concepto original del positivismo filosófico.

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  1. La situación es irreversible y los afectados deben asumirla; el psicólogo les indicó que sólo una actitud positiva les permitiría afrontar el futuro con resolución.
  2. En esta ocasión el líder político optó por una actitud positiva, limitándose a señalar las cifras sin interpretarlas de forma tendenciosa, a la vez que proponiendo medidas concretas para salir de la crisis.
  3. Una vez analizados los resultados de las pruebas médicas, su estricto positivismo le condujo al pesimismo sobre la suerte inmediata del paciente.
  4. La gente de pensamiento positivo se plantea metas para triunfar y salir adelante; va por la vida con frases como todo va a salir bien, o la buena suerte siempre me acompaña.
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Dilthey
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El positivismo encontró su oposición en el seno de la denominada corriente hermenéutica, una línea filosófica que criticaba la imposibilidad de aplicar una metodología propia de las ciencias físico naturales al estudio del ser humano, la sociedad y la cultura. Según los hermeneutas, en el ámbito humano intervienen factores como la intencionalidad, la reflexión o el significado, que no se contemplan en el modelo metodológico anterior. Debe haber un ámbito específico para las ciencias humanas donde no cabe una mera explicación externa del fenómeno a estudiar, sino que se requiere una comprensión del mismo que tenga en consideración a factores internos, como la conciencia. Entre los representantes de esta corriente se encuentra el filósofo alemán Wilhelm Dilthey.