3. Otros renovadores europeos (I)
Ahora que María se ha adentrado en la renovación de la novela en el siglo XX, ya conoce la solución a una de las adivinanzas de Juan: "Novela en la que el narrador recobró el tiempo perdido ¡a lo largo de siete tomos!"
Seguro que tú también lo has adivinado, porque la hemos mencionado en el apartado anterior: se trata de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
La escritora británica Virginia Woolf escribió la obra Un cuarto propio a los cuarenta y nueve años. Se tarta de un ensayo, considerado un clásico de la literatura feminista, en el que la autora expone con estilo incisivo e irónico la desigualdad social, económica y moral en que ha vivido la mujer durante siglos.
Reflexiona sobre el mensaje que pretende transmitir Virginia Woolf con este imaginativo relato:
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Virginia Woolf, por George Charles Beresford.
Imagen en Wikimedia Commons bajo dominio público |
"Imaginemos, ya que los hechos son tan difíciles de atrapar, qué hubiera sucedido si Shakespeare hubiera tenido una hermana, maravillosamente dotada, llamada Judith, supongamos. Shakespeare iba, es muy probable -su madre era una heredera-, a un liceo, donde aprendería latín -Ovidio, Virgilio y Horacio- y los elementos de la gramática y la lógica. Era, quién no lo sabe, un muchacho travieso que robaba conejos, tal vez mató un ciervo, y tuvo, antes de lo debido, que casarse con una mujer de la vecindad, que le dio un hijo, también antes de lo debido. Esa aventura lo llevó a Londres a buscar fortuna. Tenía, parece, inclinación por el teatro; empezó cuidando caballos en la puerta.
Pronto consiguió trabajo en el teatro, tuvo éxito como actor, y vivió en el centro del universo, frecuentando a todo el mundo, conociendo a todo el mundo, ejerciendo su arte en las tablas, ejercitando su agudeza en las calles, y haciéndose admitir hasta en el palacio real. Mientras tanto, su bien dotada hermana, supongamos, se quedaba en casa. Era tan audaz, tan imaginativa, tan impaciente de ver el mundo como él. Pero no la mandaron a la escuela. No tuvo oportunidad de aprender gramática y lógica, menos aún de leer a Virgilio y Horacio. Hojeaba de vez en cuando un libro, uno de su hermano, quizá, y leía unas cuantas páginas. Pero entonces, venían los padres y le decían que fuera a zurcir las medias o atendiera el guiso y no malgastara su tiempo con libros y papeles. Le hablaría claro pero bondadosamente, porque eran personas de peso que sabían las condiciones de vida propias de una mujer y querían a su hija. En verdad, lo más verosímil es que la adorara su padre.
Quizá garabateó algunas páginas a escondidas, en el desván de las manzanas, pero tuvo buen cuidado de esconderlas o prenderles fuego. Sin embargo, antes de los veinte años, decidieron comprometerla con el hijo de un vecino clasificador de lana. Dijo a gritos que odiaba el matrimonio, y su padre la azotó severamente. Entonces dejó de reírla. Le rogó que no lo disgustara y no lo avergonzara en aquel asunto del casamiento. Le daría un collar de cuentas y una linda enagua, le dijo; y tenía lágrimas en los ojos. ¿Cómo desobedecerlo? ¿Cómo partirle el corazón? La fuerza de su vocación la impulsó. Hizo un atadito de sus cosas, se deslizó una noche de verano por una cuerda y tomó el camino de Londres. No había cumplido aún diecisiete años. Los pájaros que cantaban en los cercos eran más musicales. Tenía la más pronta imaginación, un don como su hermano para la música de las palabras. Como él, tenía inclinación por el teatro. Se paró en la puerta del teatro; dijo que quería representar. Los hombres se le rieron en la cara. El empresario -un hombre gordo de labio caído- soltó la carcajada. Rezongó algo sobre perros bailando y mujeres representando -no ha mujer, dijo, que pueda ser actriz. -Insinuó- lo que ustedes imaginan. Ella no tenía dónde aprender. ¿Podía acaso buscar su comida en una taberna o rondar las calles a medianoche?
Sin embargo, su inclinación era novelística y quería alimentarse infinitamente de vidas de hombre y de mujeres y del estudio de sus modos de ser. Al fin -porque era muy joven, muy parecida de rostro a Shakespeare el poeta, con los mismos ojos grises y las cejas arqueadas- al fin Nick Greene el empresario se apiadó de ella; un buen día, se encontró encinta y entonces -¿quién medirá el calor y la violencia de un corazón de poeta, arraigado y envuelto en el cuerpo de una mujer?- se mató una noche de invierno y tace enterrada en alguna encrucijada donde ahora se detienen los ómnibus frente al Elefante y la Torre.
Así, más o menos, hubiera sido la historia, me parece, si una mujer en tiempo de Shakespeare, hubiera tenido el genio de Shakespeare."
Durante la primera mitad del siglo XX, en Europa se producen múltiples iniciativas encaminadas a renovar la narrativa. Aunque con direcciones muy diferentes, se pude afirmar que todas ellas coinciden en transformar el género en el marco del compromiso moral o social.
En Gran Bretaña, algunos autores destacados son Virginia Woolf, Aldous Huxley, G. K. Chesterton, Katherine Mansfield y George Orwell.
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Cartel de la retransmisión radiofónica de Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Imagen en Flickr de hablandodelasunto bajo CC |
- Virginia Woolf (1882-1941) expresa la conciencia de la crisis de valores a través de su obsesión por el tiempo. Sus novelas se caracterizan por la profundización en la psicología de los personajes y ciertas innovaciones en la estructura de la novela y en las técnicas narrativas, como los juegos temporales, el monólogo interior y el flujo libre de conciencia. Algunas de sus novelas son Mrs. Dalloway, Al faro, Orlando o Las olas.
- Aldous Huxley (1894-1963) adopta una actitud escéptica e irónica ante la naturaleza humana. En su obra Contrapunto emplea la técnica narrativa a la que alude su título, ya que va alternando historias y puntos de vista. Pero su novela más célebre es Un mundo feliz, en la que plantea de manera irónica una sociedad futura aparentemente perfecta y feliz gracias a los avances tecnológicos y científicos; sin embargo, esta utopía se desmorona al comprobarse que para alcanzar la salud, el igualitarismo, la paz o el progreso se han eliminado los valores y emociones que proporcionan la familia, la diversidad cultural, el pensamiento crítico o el arte.
- Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) imprime la preocupación religiosa en sus obras, pero con gran espíritu crítico y agudo sentido del humor. Algunas de sus obras se sitúan entre la novela y el ensayo, como El hombre que fue Jueves, y otras pertenecen al género policíaco y están protagonizadas por un curioso detective, el padre Brown.
- Katherine Mansfield (1888-1923) es autora de cuentos que destacan por la descripción de ambientes y personajes, así como por la gran capacidad evocadora. Algunos títulos en los que se recogen sus relatos son Felicidad, Fiesta en el jardín y El nido de las palomas.
- George Orwell es el seudónimo de Eric Arthur Blair (1903-1950), escritor y periodista cuya vida y obra literaria corren paralelas en contra del imperialismo, la injusticia social y los regímenes totalitarios. Precisamente, sus s novelas más conocidas, Rebelión en la granja y 1984, critican abiertamente el totalitarismo.
La novela 1984, escrita por George Orwell, resulta ser uno de los relatos más inquietantes y estremecedores en torno al control que puede ejercer el poder -político, mediático, cultural- sobre la libertad del individuo y la sociedad en su conjunto. En esta obra, subyacen profundas preocupaciones por amenazas que siguen vigentes en la actualidad. Un ejemplo de ello es "El Gran Hermano". ¿Te resulta familiar esta expresión? Puedes consultar la sinopsis de la novela para saber a qué se refería Orwell con ella, consultar el resumen fotográfico del argumento en la adaptación cinematográfica -dirigida por Michael Radford en el año 1984- y ver el tráiler de la película en versión original:
En Francia, los acontecimientos históricos (guerras, depresión económica), la crisis de valores, la revolución estética de las vanguardias y las nuevas ideologías políticas (fascismo, comunismo...) marcan la narrativa en el período que se extiende hasta la Segunda Guerra Mundial. Los principales novelistas de esos años, además de Marcel Proust, son André Gide -premio Nobel de Literatura en 1947-, vanguardistas como Louis Aragon y Jean Cocteau, novelistas católicos como François Mauriac o George Bernanos y autores comprometidos con ideologías políticas de uno u otro signo como André Malraux o L. F. Destouches, "Celine". Conozcamos un poco más a algunos de ellos.
- André Gide (1869-1951), gran intelectual que refleja en su vida el desconcierto religioso, moral y político de la época: convertido al catolicismo desde el calvinismo; casado a pesar de su condición de homosexual; de ideas comunistas, pero crítico con el estalinismo. En obras como El inmoralista, Los sótanos del Vaticano o Los monederos falsos plasma sus conflictos con gran ironía y técnicas narrativas modernas.
- André Malraux (1901-1976) reflexiona sobre el idealismo político en La condición humana y sobre la guerra civil española en La esperanza, obra a la que pertenece el siguiente fragmento:
"-No soy un maniático, camarada Magnin. Y he militado antes en el trotskismo. Hoy el fascismo se ha convertido en un artículo de exportación. Explota productos elaborados: ejército, aviación. En esas condiciones digo que la defensa concreta de lo que nosotros queremos defender no se basa en primer lugar en el proletariado mundial, sino en la Unión Soviética y el Partido Comunista. Cien aviones rusos harían más por nosotros que cincuenta mil milicianos que no saben combatir. Ahora bien, actuar con el partido es actuar con él sin reservas: el Partido es un bloque."
Autores: André Gide, Virginia Woolf, Aldous Huxley, George Orwell, G. K. Chesterton, Katherine Mansfield, André Malraux.
AUTORES |
OBRAS |
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Rebelión en la granja |
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Los monederos falsos |
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Fiesta en el jardín |
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Un mundo feliz |
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Al faro |
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El hombre que fue Jueves |
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La esperanza |