2.3 El perspectivismo

El afán por un conocimiento pleno y objetivo, ¿no ha quedado a estas alturas ya definitivamente desterrado del horizonte de la filosofía?, ¿rebajado a la condición de anhelo humano inalcanzable? Parece difícil, llegados a este momento de la historia del pensamiento, mantener la ilusión por una razón ilimitada, al modo cartesiano, capacitada para una aprehensión plena de lo real. Fijémonos en los textos que vienen a continuación. Uno del escritor argentino Julio Cortázar, de 1963, y el otro de Ortega y Gasset, escrito cuarenta años atrás. Te pedimos que lo leas y busques algún paralelismo entre ambos. Te damos nuestra propia interpretación en el Pulsa aquí del fragmento de Ortega.
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Morelli no hubiera consentido en eso, más bien parecía buscar una cristalización que, sin alterar el desorden en que circulaban los cuerpos de su pequeño sistema planetario, permitiera la comprensión ubicua y total de sus razones de ser, fueran éstas el desorden mismo, la inanidad o la gratuidad. Una cristalización en la que nada quedara subsumido, pero donde un ojo lúcido pudiese asomarse al calidoscopio y entender la gran rosa policroma, entenderla como una figura, imago mundis que por fuera del calidoscopio se resolvía en living room de estilo provenzal, o concierto de tías tomando té con galletitas Bagley.

Julio Cortázar. Rayuela



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Captura de imagen de Fnac
Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo –persona, pueblo época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí como ésta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el universo, la omnímoda verdad, quedaría agotada.

Ortega y Gasset. El tema de nuestro tiempo.



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El conocimiento no puede comprenderse sino desde su arraigo en la vida humana. El filósofo pretende distanciarse de las dos interpretaciones opuestas que la modernidad nos ofrece de la relación existente entre la cultura y la vida. Por un lado el relativismo, ligado al vitalismo, que supone la negación de la razón y el conocimiento objetivo; por otro lado el culturalismo, enraizado en el racionalismo, que se resuelve en el olvido de la vida y la interpretación de la verdad como una realidad absoluta y separada del individuo.

El primero, para salvar la cultura, niega la vida. El segundo, afirmando la vida, niega el valor objetivo de la cultura. Ortega defiende el enraizamiento de la cultura en la propia realidad vital de la que ésta surge, dándose una plena continuidad entre ambas realidades. La cultura, partiendo del hecho biológico del pensamiento, posee un carácter trascendente en cuanto aspira a la objetividad. La razón no es lo opuesto a la vida, sino una función de la misma.
 
Respecto al conocimiento, mientras el racionalismo pretende la consecución de una verdad objetiva que ha de tener su punto de partida de un yo puro e invariable, el relativismo supone que el individuo deforma necesariamente la realidad y que ésta queda irremediablemente inaccesible. Ambos deben ser superados.

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En el planteamiento de Ortega, la razón pura racionalista es sustituida por una razón vital que hunde sus raíces en la existencia concreta y que es el origen del conocimiento. No es el yo puro y abstracto el que conoce, sino un yo concreto, sujeto al acontecer con las cosas del mundo y cuya vida se encuentra ligada a unas circunstancias particulares.