1.2 La visión del mundo (el mundo supralunar)

En el universo aristotélico todo encajaba a la perfección: la Tierra, centro del universo por su importancia y su propio peso; los planetas girando alrededor de ella, "engastados como gemas preciosas" en esferas cristalinas de éter y, por último, la esfera de las estrellas fijas. El Motor Inmóvil, Dios, mueve el mundo (en lo físico y en lo metafísico).
Pero el movimiento de los planetas, díscolos, hizo necesario introducir los mecanismos técnicos llamados epiciclos, deferentes, excéntricas y ecuantes, con los que el recurso a la perfección del círculo celeste quedaba a salvo.
Un epiciciclo es un círculo pequeño que realiza su trayectoria sobre otro círculo más grande (el deferente), para, de esta forma, solventar siempre con círculos las trayectorias anómalas que realizaban algunos planetas respecto a la Tierra. Una órbita excéntrica ocurre cuando el movimiento de un cuerpo celeste respecto de la Tierra no es uniforme (ésta parece que deja de ser su "centro" en determinados momentos). Por último el ecuante era el punto imaginario respecto del cual el movimiento se mostraba uniforme.
Vemos pues que el sistema de los cielos se iba complicando, necesitando de numerosos "artilugios técnicos" para explicar los movimientos celestes, lo que dificultaba enormemente la elaboración de unas tablas astronómicas claras que permitiesen la navegación nocturna. Además, los cielos ya no parecían tan perfectos (sino complicados y confusos, como vemos en la siguiente ilustración).
Y para finalizar este apartado, a continuación puedes ver una presentación a modo de resumen:
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