El encadenamiento de confusiones y equívocos que llevan a que Gregorio
salga y a que el
padre crea que Gregorio ha intentado escapar es un conflicto que se resuelve con gran violencia.
Al
principio de la obra el padre es un hombre jubilado que depende, como toda la
familia, de su hijo. Pero el padre ha sufrido, él también, una transformación.
Y es que el título de la obra no solo alude a la transformación de Gregorio,
sino a la de toda la familia: el padre recupera su antigua energía; la hermana
se transforma en una hermosa mujer y hasta la madre se renueva con una
serenidad que había perdido.
Este fragmento se centra en la
transformación del padre, subrayada con una descripción psicológica: "-¡Ah! -gritó al entrar, en un tono como si al
mismo tiempo estuviese furioso y contento- y física - Pero ahora estaba muy derecho, vestido con un rígido uniforme azul con
botones...por debajo de las pobladas cejas se abría paso la mirada, despierta y
atenta, de unos ojos negros. El cabello blanco, en otro tiempo desgreñado,
estaba ahora ordenado en un peinado a raya brillante y exacto-".
Esa transformación requiere la
anulación del hijo, y desemboca en el grotesco lanzamiento de manzanas con el
que el padre se impone a Gregorio.
El estilo es sencillo, similar al
del resto de la obra. Predomina la oración simple y la coordinación bimembre: "furioso y contento", "...Gregorio retiró la cabeza de la puerta y la
levantó hacia el padre...". Esto ha dado ocasión a que algunos críticos hablen
de la influencia del estilo bíblico en la prosa de Kafka. En este fragmento
podemos reforzar esa opinión con el ejemplo de la anáfora, que recuerda la
oralidad de la poesía antigua: "El
mismo hombre que yacía ... El mismo hombre que ... le recibía en bata... El
mismo hombre que ... se abría paso hacia delante...".
El estilo indirecto libre sirve
para expresar los pensamientos del personaje: "Aun así, aun así. ¿Era este todavía el padre?" El narrador, que
empezó el libro siendo un narrador omnisciente, y lo terminará de la misma
forma, asume en la parte central de la obra un perspectivismo en el que sin
abandonar la tercera persona se sitúa en el punto de vista de Gregorio. Ese
perspectivismo es incluso físico y descriptivo; la figura del padre está
enfocada desde abajo: "Gregorio se asombró
del tamaño enorme de las suelas de sus botas" Y ese abajo integra sin
duda la doble sumisión, física y psicológica, de Gregorio ante el padre. Dicha
sumisión queda reforzada además por las analepsis o retrospecciones con las que el narrador
evoca, desde el punto de vista del personaje, la antigua forma de ser del padre,
anterior a la transformación: "yacía
sepultado en la cama..., le recibía en bata sentado en su sillón..., no estaba en
condiciones de levantarse, sino que, como señal de alegría, sólo levantaba los
brazos..."
Con respecto al tono general,
todo tiene un aire de comedia. Se insiste a menudo en la parte trágica de
Kafka, pero se olvida que, según su amigo y albacea Max Brod, él se veía a sí
mismo a menudo como un autor cómico. Si añadimos a los equívocos que hemos
mencionado al principio el final de la escena, con esa apresurada salida de la
madre y la hija en enaguas, veremos que podemos leer este fragmento con un tono
de farsa. Pero es una farsa que roza lo patético: "...le suplicaba, cruzando las manos por detrás de su nuca, que perdonase
la vida de Gregorio".
Ese patetismo nos permite hablar de
la seriedad del tema de la obra para su autor. De entre las varias
interpretaciones de La metamorfosis,
en este fragmento podemos ver reflejada la lectura autobiográfica, según la
cual el escritor habría utilizado un trasunto de sí mismo (Samsa: Kafka) para expresar
literariamente el conflicto con su padre: "el
padre, con respecto a él, sólo consideraba oportuna la mayor rigidez".