2.3. Argumentos, temas, recursos y estructura

Como te he señalado, los temas de La Celestina no son nuevos. Pertenecen a la tradición literaria occidental. Sin embargo, el tratamiento de estos temas sí que los hace originales.

El fragmento recoge el tema del paso del tiempo, la llegada de la vejez y sus manifestaciones físicas y morales en las personas.

Se compone este tema a través de varios recursos retóricos.

Imagen 10. Autor: Goya. Dominio público

En primer lugar, a través del encadenamiento de metáforas en la primera intervención de la vieja: "mesón de enfermedades..." sobre la vejez, que llega a convertirse en alegoría o representación simbólica de la realidad. Esta figura era muy del gusto medieval, pues con ella se conseguía ejemplificar una idea abstracta para que fuera mejor comprendida. No olvidemos el valor didáctico que tiene la literatura en esta época.

Si esta explicación casi alegórica de la vejez no fuera suficiente, el autor dispone en esta primera intervención de estructuras sintácticas nominales (sustantivos+adjetivos o complementos preposicionales) que transmiten una tremenda carga negativa semántica sobre el concepto: "llaga incurable", "mesón de enfermedades"... sobre todo por la abundancia de las mismas. Celestina intenta con ello impresionar a Melibea y ganar poco a poco terreno para su causa.

Icono IDevice Curiosidad
En la Edad Media no se tenía muy claro cuándo uno era realmente "viejo". En algunos tratados los autores hablan de cuatro edades, como Aldebrandin, un inglés del siglo XIII: la adolescencia, la juventud, que acaba hacia los 45 años, fecha en la que comienza la senectud, a la que le seguirá la supervejez, el «senium», a partir de los 60. También en Dante aparecen estas cuatro edades en la vida del hombre.
 
Otros autores, siguiendo las pautas marcadas en su día por San Isidoro de Sevilla, hablan, en cambio, de las siete edades de la vida: la infancia, la «pueritia», «la adolescencia», la «juventus», la «gravitas», la «senectus» y el «senium».
 
Sorprendente, ¿verdad?

Y, además, se suma una enumeración de sustantivos del campo semántico de la arquitectura doméstica tendente hacia la pobreza, la debilidad estructural y, por lo tanto, a su pérdida de valor, conseguida gracias a una eficaz gradación: del "mesón" pasamos a la "posada", y luego a la "choza", hasta que termina desapareciendo todo tipo de cobijo y sólo nos queda un "cayado", un triste bastón donde apoyarnos.

Este gusto por marcar la intensidad en el discurso también sucede en la segunda intervención de la trotaconventos, donde vuelve a argumentar sobre la tristeza de la vejez con una serie de repeticiones sintácticas: "Dessean harto mal para sí, dessean harto trabajo. Dessean llegar allá...". Con estos paralelismos, Celestina intenta ofrecer un discurso sonoro y, sobre todo, convincente.

Pregunta de Selección Múltiple
¿Cómo se denomina esta figura retórica, donde se repite el inicio de la oración?
Ánafora.
Catáfora.
Ánfora.



El tema del paso del tiempo está magistralmente tratado en esta segunda intervención de la anciana con el uso de un encadenamiento sintáctico. Observa la excelencia literaria del autor que ha fundido el contenido de su mensaje con la expresión literaria: "Assí que el niño dessea ser moço e el moço viejo e el viejo, más; avnque con dolor. Todo por viuir."

No son, pues, los recursos literarios empleados por el autor meras florituras artísticas, sino expresión del contenido y argumento que justifica la acción y las palabras de los personajes. Observa cómo caracteriza Celestina la vejez en antítesis como había descrito Calisto la belleza en el acto primero.

CELESTINA:

Pero ¿quién te podría contar señora,
sus daños, sus inconvenientes,
sus fatigas, sus cuydados,
sus enfermedades, su frío, su calor,
su descontentamiento, su renzilla,
su pesadumbre, aquel arrugar de cara,
aquel mudar de cabellos su primera
e fresca color, aquel poco oyr,
aquel debilitado ver, puestos los
ojos a la sombra, aquel hundimiento
de boca, aquel caer de dientes, aquel
carecer de fuerça, aquel flaco andar, aquel
espacioso comer?

Imagen 11. Autor: Goya. Dominio público

CALISTO:

Comienço por los cabellos.
¿Vees tú las madexas del oro delgado,
que hilan en Arabia? Más lindos son
e no resplandescen menos. Su longura
hasta el postrero assiento de sus pies;
después crinados e atados con la
delgada cuerda, como ella se los pone,
no ha más menester para conuertir los
hombres en piedras. [...] Los ojos verdes,
rasgados; las pestañas luengas; las cejas
delgadas e alçadas; la nariz mediana;
la boca pequeña; los dientes menudos
e blancos; los labios colorados e grosezuelos;
el torno del rostro poco más luengo que
redondo; el pecho alto; la redondez e forma
de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar?
¡Que se despereza el hombre quando las mira!
La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieue;
la color mezclada, qual ella la escogió para sí.
[...] Las manos pequeñas en mediana manera,
de dulce carne acompañadas; los dedos luengos;
las vñas en ellos largas e coloradas, que parescen
rubíes entre perlas. Aquella proporción, que veer
yo no pude, no sin duda por el bulto de fuera
juzgo incomparablemente ser mejor, que la que Paris
juzgó entre las tres Deesas.

Y este alarde compositivo alcanza a la misma estructura del fragmento: dividido externamente en dos intervenciones de Celestina, la evolución interna del discurso acompasa la gravedad de la evolución del tiempo en las personas, acabando con una imprecación final a su interlocutora, Melibea, basada en una contradicción: "Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos, quando sobra la gana e falta la prouisión; ¡que jamás sentí peor ahíto, que de hambre!"