5. Impactos astronómicos

Después de haber visto estos desastres, no creo que haya nada peor; ¿o quizás me equivoco, Pepe?

Pues posiblemente te equivoques, no hemos considerado entre los desastres naturales la posibilidad de un impacto planetario.

Vamos a contar algo acerca de ello.

 

 

Imagen 20. Autor: Don Davis. Dominio público

 

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El suceso de Tunguska de 1908 fue una explosión aérea de muy alta potencia ocurrida sobre las proximidades del río Podkamennaya en Tunguska (Rusia).
La detonación, similar a la de un arma termonuclear de elevada potencia, ha sido atribuida a un objeto celeste. Debido a que no se ha recuperado ningún fragmento, se maneja la teoría de que fue un cometa que estaría formado de hielo. Al no alcanzar la superficie, no se produjo cráter.
Imagen 21. Autor: Desconocido. Licencia Creative Commons
Imagen 22. Autor: CYD. Dominio público

El impacto de un gran asteroide puede ser millones de veces más poderoso que el peor terremoto, o la mayor erupción volcánica posible. Y ello se debe a la tremenda energía cinética que el asteroide descarga al chocar contra la superficie terrestre.
Al chocar, la energía cinética del asteroide se transforma en una onda de choque, generando una altísima presión (hasta cinco millones de veces la presión atmosférica normal) que se propaga muy velozmente (a varios kilómetros por segundo) a partir del punto de impacto.
Las temperaturas en la zona de impacto alcanzan miles de grados centígrados. Como resultado del impacto, se forma un “cráter” cuyo diámetro es igual a 20 veces el del meteorito. Por ejemplo, el impacto de un asteroide de 50 metros podría generar un cráter de 1.000 metros de diámetro. ¡Ni los robots quedaremos para contarlo BRRRRRRRRRR!.
Compara la simulación que hemos realizado sobre el daño térmico provocado por el impacto de una bomba termonuclear como la lanzada sobre Nagasaki (llamada Fat Man) y el impacto de un gran asteroide como el que causó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años (ambos centrados en la ciudad de Sevilla). Puedes hacer tú mismo la simulación en la página Carloslab (el software utilizado está bajo dominio público):
 
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La hipótesis Némesis es una hipótesis astronómica que sustenta la posibilidad de que nuestro Sol forme parte de un sistema binario. En este sistema, la estrella compañera del Sol —aún no descubierta— se llamaría Némesis (la diosa griega de la retribución y la venganza) por los efectos catastróficos que produciría al perturbar periódicamente la Nube de Oort (nube esférica de cometas y asteroides hipotética que se encuentra en los límites del Sistema Solar).
Némesis pasaría cerca o entraría en la nube de Oort, desestabilizándola y lanzando lluvias de grandes cometas en dirección al Sol, lo que explicaría la aparente periodicidad de los grandes impactos y las extinciones asociadas.
En las imágenes puede verse un sistema binario como el que formarían el Sol y Némesis y la recreación de la trayectoria de Sedra: un objeto quizás, procedente de la órbita de Oort (es interesante apreciar las escalas).

Imagen 23. Autor: Stanlekub. Dominio público
Imagen 24. Autor: NASA/JPL-Caltech/R. Hurt (SSC-Caltech). Dominio público

La extinción masiva del Cretácico-Terciario fue un período de extinciones masivas de especies, hace aproximadamente 65 millones de años.
En 1980, un grupo de investigadores liderados por el físico Luis Álvarez plantearon la hipótesis según la cual la extinción de los dinosaurios y de muchas otras formas de vida habría sido causada por el impacto de un gran meteorito contra la superficie de la Tierra hace 65 millones de años.
Buscando estudios geológicos realizados desde los años 1960 en adelante se pudo ubicar un cráter en Chicxulub, donde un meteorito habría impactado en esa época, en la península de Yucatán, con un diámetro de unos 170 km.
 
 
Imagen 25. Autor: Charles R. Knight. Dominio público