Humanismo y desengaño: Renacimiento y Clasicismo: La prosa de los siglos XVI y XVII

Desde el siglo XVI, la prosa se desarrolla en dos direcciones.

Por una parte, el Humanismo favorece el desarrollo de géneros como el diálogo, el debate y la prosa de pensamiento en general. Fruto de este desarrollo es el nacimiento de un nuevo género: el ensayo.

Por otra parte, la épica y las novelas en verso medievales dan paso a las narraciones en prosa. Desde el siglo XV, distintos géneros -novela pastoril, de caballerías, picaresca...- contribuyen al nacimiento de la novela moderna. Un hito fundamental en este camino hacia la literatura contemporánea será la aparición de la primera parte del Quijote en 1605, a la que seguirá la segunda en 1615.

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La aportación de Miguel de Cervantes a la literatura universal es indiscutible. Con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha nace el género de la novela tal como lo conocemos hoy en día. En este vídeo podrás ampliar tus conocimientos sobre el genial escritor.


Michel de Montaigne, por Daniel Dumonstier.
Imagen en Wikimedia Commons
bajo dominio público.

 

Otro renovador de la literatura es el francés Michel de Montaigne (1533-1592), a quien se considera fundador del género conocido como ensayo en su forma moderna. Se llama así a una obra en la que el autor desarrolla sus pensamientos de forma libre y no sistemática, aunque con voluntad de estilo literario.

Montaigne tituló precisamente así, Ensayos, su principal obra, en la que reunió una colección de reflexiones, anécdotas y vivencias personales. Apoyado en una amplia formación humanística, Montaigne expone un pensamiento escéptico, opuesto a todo intento de sistematizar las complejas realidades humanas.

 

 

Icono de iDevice Reflexión

Lee este fragmento de los Ensayos de Montaigne en el que reflexiona sobre la tristeza apoyándose en ejemplos históricos.

Yo soy de los más exentos de esta pasión y no siento hacia ella ninguna inclinación ni amor, aunque la sociedad haya convenido como justa remuneración honrarla con su favor especial; en el mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia; feo y estúpido ornamento. Los italianos, más cuerdos, la han llamado malignidad, porque es una cualidad siempre perjudicial, siempre loca y como tal siempre cobarde y baja: los estoicos prohibían la tristeza a sus discípulos.

Cuenta la historia que Psamenito, rey de Egipto habiendo sido derrotado y hecho prisionero por Cambises, rey de Persia, y viendo junto a él a su hija, también prisionera y convertida en sirviente a quien se enviaba a buscar agua, todos los amigos del rey lloraban y se lamentaban en su derredor mientras él permanecía quedó sin decir palabra, y con los ojos fijos en la tierra; viendo en aquel momento que conducían a su hijo a la muerte, mantúvose en igual disposición, pero habiendo observado que uno de sus amigos iba entre los cautivos, empezó a golpearse la cabeza a dejarse ganar por la desolación.

Tal suceso podría equipararse a lo acontecido no ha mucho a uno de nuestros príncipes que, habiendo sabido en Trento, donde se encontraba, la nueva de la muerte de su hermano mayor, en quien se cifraba el apoyo y honor de la casa, y luego igual desgracia de otro hermano menor, la segunda esperanza, y habiendo sufrido ambas pérdidas con una resignación ejemplar, como algunos días después a uno de sus servidores le acometiese la muerte, fue muy sensible a esta nueva, y perdiendo la calma se llenó de ostensible pena de tal modo, que algunos tomaron de ello pie para suponer que no le había llegado a lo vivo más que la última desgracia; pero la verdad del caso fue, que estando lleno y saturado de tristeza, la más leve añadidura hizo que su sentimiento se desbordase. Lo mismo podría decirse del hecho anteriormente citado, y la historia lo comprueba: Cambises, informándose de por qué Psamenito no se había conmovido ante la desgracia de su hijo ni la de su hija, sufrió dolor tal al ver la de uno de sus amigos: «Es, respondió, que sólo el último dolor ha podido significarse en lágrimas; los dos primeros sobrepasaron con mucho todo medio de expresión.»

¿Qué diferencia establece Montaigne entre el dolor y la tristeza?