1. El ensayo en el siglo XVI
¿Pero de qué forma "maquiavélico" había llegado a significar 'que actúa con astucia y doblez'?
Puedes saberlo tú mismo si realizas la siguiente actividad.
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Nicolás Maquiavelo, por Santi di Tito. |
Lee el capítulo XVIII de El príncipe, de Nicolás Maquiavelo.
Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es el príncipe que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez; pero la experiencia nos demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada, envuelto a los demás con su astucia y reído de los que han confiado en su lealtad, los únicos que han realizado grandes empresas.
Digamos primero que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un príncipe debe saber entonces comportarse como bestia y como hombre. Esto es lo que los antiguos escritores enseñaron a los príncipes de un modo velado cuando dijeron que Aquiles y muchos otros de los príncipes antiguos fueron confiados al centauro Quirón para que los criara y educase. Lo cual significa que, como el preceptor es mitad bestia y mitad hombre, un príncipe debe saber emplear las cualidades de ambas naturalezas, y que una no puede durar mucho tiempo sin la otra.
De manera que, ya que se ve obligado a comportarse como bestia, conviene que el príncipe se transforma en zorro y en león, porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del león demuestran poca experiencia. Por lo tanto, un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer. Si los hombres fuesen todos buenos, este precepto no sería bueno; pero como son perversos, y no la observarían contigo, tampoco tú debes observarla con ellos. Nunca faltaron a un príncipe razones legitimas para disfrazar la inobservancia. Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de tratados de paz y promesas vueltos inútiles por la infidelidad de los príncipes. Que el que mejor ha sabido ser zorro, ése ha triunfado. Pero hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular. Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar.
No quiero callar uno de los ejemplos contemporáneos. Alejandro VI nunca hizo ni pensó en otra cosa que en engañar a los hombres, y siempre halló oportunidad para hacerlo. Jamás hubo hombre que prometiese con más desparpajo ni que hiciera tantos juramentos sin cumplir ninguno; y, sin embargo, los engaños siempre le salieron a pedir de boca, porque conocía bien esta parte del mundo.
No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y asimismo serlo efectivamente; pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera necesario. Y ha de tenerse presente que un príncipe, y sobre todo un príncipe nuevo, no puede observar todas las cosas gracias a las cuales los hombres son considerados buenos, porque, a menudo, para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar contra la fe, la caridad, la humanidad y la religión. Es preciso, pues, que tenga una inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he dicho antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal.
Por todo esto un príncipe debe tener muchísimo cuidado de que no le brote nunca de los labios algo que no esté empapado de las cinco virtudes citadas, y de que, al verlo y oírlo, parezca la clemencia, la fe, la rectitud y la religión mismas, sobre todo esta última. Pues los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser, mas pocos saben lo que eres; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que se escuda detrás de la majestad del Estado. Y en las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos; porque el vulgo se deja engañar por las apariencias y por el éxito; y en el mundo sólo hay vulgo, ya que las minorías no cuentan sino cuando las mayorías no tienen donde apoyarse. Un príncipe de estos tiempos, a quien no es oportuno nombrar, jamás predica otra cosa que concordia y buena fe; y es enemigo acérrimo de ambas, ya que, si las hubiese observado, habría perdido más de una vez la fama y las tierras.
- ¿Quién ha realizado "grandes empresas", según Maquiavelo: los gobernantes que actúan "con rectitud y no con doblez" o los que han "envuelto a los demás con su astucia"?
- ¿El príncipe debe combatir con las leyes, con la fuerza o con ambas?
- Y ya que el príncipe "se ve obligado a comportarse como bestia", ¿qué dos animales deben servirle de ejemplo en su acción?
- ¿A quién cita como ejemplo? Busca información sobre ese personaje.
- Según Maquiavelo, ¿qué es más
importante: que un príncipe sea virtuoso o que lo parezca?
Habrás observado que en el epígrafe de este apartado y del siguinte aparece la palabra ensayo. ¿Recuerdas lo que es el ensayo?
Completa la siguiente definición con estas palabras: subjetivo, literario, prosa, libertad, expositivo-argumentativo.
- El Humanismo y la imprenta favorecen el desarrollo de la prosa de pensamiento en el siglo XVI.
- Se considera al francés Michel de Montaigne (1533-1592) el creador del género llamado ensayo. Se llama así a una obra en la que el autor desarrolla sus pensamientos de forma libre y no sistemática, aunque con voluntad de estilo literario.
- En el pensamiento político destaca el italiano Nicolás Maquiavelo (1469-1527), que en el libro titulado El príncipe teoriza sobre la autonomía de la razón de estado, por encima de la moral o los principios comúnmente aceptados.
- El humanista holandés Erasmo de Rotterdam (1469-1536) tradujo el Nuevo Testamento desde el original griego y propugnó una religiosidad interior, en contraste con el ritualismo de la Iglesia. En su Elogio de la locura criticó los excesos del poder eclesiástico, así como la hipocresía, la ignorancia y otros defectos de la sociedad. Se considera a Erasmo uno de los inspiradores de la reforma religiosa, pero no rompió con la Iglesia y defendió el libre albedrío frente a Lutero, que lo negaba. El erasmismo fue una corriente de pensamiento ampliamente difundida en la Europa del siglo XVI.
- El inglés Tomás Moro (1478-1535) trazó los rasgos de una sociedad igualitaria en su Utopía. Murió por orden de Enrique VIII, al negarse a firmar el Acta de supremacía, que separaba la Iglesia de Inglaterra de la Iglesia Católica.
- El italiano Baltasar de Castiglione (1478-1529) expuso en El cortesano el retrato del perfecto caballero renacentista, que debía ser tan experto en las armas como en las letras.