2. Humanización y literatura existencial (1936-1950)

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Imagen 3. Autor: Javier Arce. Licencia Creative Commons

"No quise pensar más en lo que me rodeaba y me metí en la cama. La carta de Ena me había abierto, y esta vez de una manera real, los horizontes de la salvación.
"... Hay un trabajo para ti en el despacho de mi padre, Andrea. Te permitirá vivir independiente y además asistir a las clases de la Universidad. Por el momento vivirás en casa, pero luego podrás escoger a tu gusto tu domicilio, ya no se trata de secuestrarte. Mamá está muy animada preparando tu habitación. Yo no duermo de alegría."
Era una carta larguísima en la que me contaba todas sus preocupaciones y esperanzas. Me decía que Jaime también iba a vivir aquel invierno en Madrid. Que había decidido, al fin, terminar la carrera y que luego se casarían.
No me podía dormir. Encontraba idiota sentir otra vez aquella ansiosa expectación que un año antes, en el pueblo, me hacía saltar de la cama cada media hora, temiendo perder el tren de las seis, y no podía evitarla. No tenía ahora las mismas ilusiones, pero aquella partida me emocionaba como una liberación. El padre de Ena, que había venido a Barcelona por unos días, a la mañana siguiente me vendría a recoger para que le acompañara en su viaje de vuelta a Madrid. Haríamos el viaje en su automóvil.
Estaba ya vestida cuando el chófer llamó discretamente a la puerta. La casa entera parecía silenciosa y dormida bajo la luz grisácea que entraba por los balcones. No me atreví a asomarme al cuarto de la abuela. No quería despertarla.
Bajé las escaleras despacio. Sentía una viva emoción. Recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con que las había subido por primera vez. Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así lo creía yo entonces.
De pie, al lado del largo automóvil negro, me esperaba el padre de Ena. Me tendió las manos en una bienvenida cordial. Se volvió al chófer para recomendarle no sé qué encargos. Luego me dijo:
- Comeremos en Zaragoza, pero antes tendremos un buen desayuno - se sonrió ampliamente-; le gustará el viaje, Andrea. Ya verá usted.
El aire de la mañana estimulaba. El suelo aparecía mojado con el rocío de la noche.

Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa donde había vivido un año. Los primeros rayos del sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle de Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí."
Carmen Laforet, Nada.

Estaba en la página 259 y encontré un sobre de correo aéreo con matasellos de San Juan de Puerto Rico y la página 9 de La Vanguardia española del 9 de enero de 1945 junto a él. La fecha del matasellos era anterior a la edición del libro. Tal vez Pedro, tras su muerte, quería entregarme parte de la infancia que no viví y que él conocía perfectamente. No lo abrí. Lo coloqué en un cajón del escritorio. Y volví a la hoja doblada del periódico. Pertenecía a una curiosa sección "Vida de Barcelona" y, entre otras noticias, incluía en el rincón inferior derecho esta: "El primer premio de novela «Eugenio Nadal». Ha sido adjudicado el premio de novela instituido por el semanario «Destino», en memoria del que fue su secretario de redacción, el escritor Eugenio Nadal. Entre los 26 concurrentes al mismo, el jurado calificador ha elegido por tres sufragios contra dos, la novela «Nada», de la señorita Carmen Laforet de Canarias." Leí la página del libro y recordé su argumento. Era una novela intimista, que retrataba la evolución del mundo interior de la protagonista, mientras que el mundo de fuera parece permanecer siempre igual: sumido en una depresión de todo tipo. Qué oportuno era todo. Y entonces me puse a pensar en aquella época y me pregunté si en aquel ambiente solo cabía la salvación individual, como la que adoptó Pedro o la protagonista del libro de Laforet.


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Completa con las palabras que se te ofrecen el argumento de Nada.

Banco de palabras: lineal, Aribau, Andrea, curso, cronológico, Román, abuela, Barcelona.

La historia cuenta la vida de tras la Guerra Civil en , donde se ha trasladado para estudiar. Aquí vive en la casa de su , junto con otros familiares, en un ambiente sucio y asfixiante. Allí empieza el , conoce y se hace amiga de y de otros chicos. Su alegría se ve trastornada por el aire tenso que hay en la casa de la calle , en la cual sus tíos discuten continuamente. Transcurre el tiempo, y su tío acaba suicidándose. Andrea abandona Barcelona para irse a la capital, donde su mejor amiga Ena le ha conseguido un trabajo. La trama sigue un orden ; los hechos se suceden en forma sin ninguna pausa, ni vuelta a recuerdos.
  

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Tras la Guerra, con las nuevas condiciones marcadas por los vencedores, van a sucederse varias tendencias narrativas:
  • Por supuesto, se escribe una novela afín a los vencedores, propaganda de la ideología tradicional (Dios, Patria y Familia) y que justifica la actuación bélica. Es el caso de Agustín de Foxá en Madrid, de corte a checa.
  • También se continúa con la línea realista decimonónica, con el análisis del carácter de los personajes, como hace Ignacio Agustí con Mariona Rebull o Juan Antonio Zunzunegui con La ceniza fue árbol, que además se acerca a la novela simbólica.
  • Desde un punto de vista más próximo al realismo, surge la tendencia tremendista, iniciada por Camilo José Cela con La familia de Pascual Duarte de 1942, con personajes animalizados, violentos y míseros.
  • Carmen Laforet con Nada, Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada de 1948 y Gonzalo Torrente Ballester con Javier Mariño inician la novela existencialista, llena de angustia, tristeza y frustración de las vidas de sus personajes.

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La prosa, en especial la novela, es considerada la fórmula ideal para transmitir los ambientes y personajes de la posguerra. En este sentido, Nada de Laforet es un perfecto ejemplo.