3.4. Novela pastoril

El género pastoril es muy antiguo, ya se encuentra en escritores clásicos como Teócrito y Virgilio, creadores del género bucólico y, a partir de ellos, se extendió por toda Europa. Con el Renacimiento tomó un nuevo impulso, y lo bucólico se convirtió en tema preferente de la poesía y de la novela.
Esta difusión se debe, en parte, a causas ideológicas, como el anhelo de paz de los humanistas y el platonismo, que pretendían un mundo más perfecto con unas relaciones humanas menos agresivas.
También hay causas sociológicas que actúan en íntima relación con las anteriores. Por ejemplo, la despoblación campesina causante de las aglomeraciones urbanas con todo lo que supone en el terreno moral, económico e higiénico; es una crítica de la vida urbana y la alabanza de la vida del campo. Y finalmente, políticas, al criticar los reinados del momento.
Va a ser La Arcadia, de Sannazaro, la obra que habría de servir de modelo, pues en ella se fija definitivamente este género, al menos en sus rasgos esenciales. Entre nosotros, fue el mismo Fernando de Herrera, en sus Anotaciones a Garcilaso, el autor que fijó los caracteres esenciales del género pastoril: asunto bucólico, inspirado en los himnos a Diana y a otras divinidades mitológicas, ambiente pastoril, descripción de la naturaleza, elocución simple y elegante, aunque no del todo exenta de un lenguaje culto, y sentimientos afectuosos y suaves.
La obra más importante, y la que inicia el género en España, es La Diana, del judío portugués Jorge de Montemayor. Por aquí tengo un ejemplar. Leamos un fragmento.
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"Bajaba de las montañas de León el olvidado Sireno, a quien Amor, la fortuna, el tiempo trataban de manera que del menor mal que en tan triste vida padecía, no se esperaba menos que perderla. Ya no lloraba el desventurado pastor el mal que la ausencia le prometía, ni los temores del olvido le importunaban, porque veía cumplidas las profecías de su recelo, tan en perjuicio suyo, que ya no tenía más infortunios con que amenazarle.

Pues llegando el pastor a los verdes y deleitosos prados, que el caudaloso río Ezla, con sus aguas va regando, le vino a la memoria el gran contentamiento de que en algún tiempo allí gozado había, siendo tan señor de su libertad, como entonces sujeto a quien sin causa lo tenía sepultado en las tinieblas de su olvido. Consideraba aquel dichoso tiempo que por aquellos prados y hermosa ribera apacentaba su ganado, poniendo los ojos en solo el interés que de traerle bien apacentado se le seguía; y las horas que le sobraban gastaba el pastor en solo gozar del suave olor de las doradas flores, al tiempo que la primavera, con las alegres nuevas del verano, se esparce por el universo, tomando a veces su rabel, que muy pulido en un zurrón siempre traía; otras veces una zampoña, al son de la cual componía los dulces versos con que de las pastoras de toda aquella comarca era loado. No se metía el pastor en la consideración de los malos o buenos sucesos de la fortuna, ni en la mudanza y variación de los tiempos, no le pasaba por el pensamiento la diligencia y codicias del ambicioso cortesano, ni la confianza y presunción de la dama celebrada por solo el voto y parecer de sus apasionados; tampoco le daba pena la hinchazón y descuido del orgulloso privado: en el campo se crió, en el campo apacentaba su ganado, y así no salían del campo sus pensamientos, hasta que el crudo amor tomó aquella posesión de su libertad, que él suele tomar de los que más libres se imaginan.

Venía, pues, el triste Sireno los ojos hechos fuentes, el rostro mudado, y el corazón tan hecho a sufrir desventuras, que si la fortuna le quisiera dar algún contento, fuera menester buscar otro corazón nuevo para recibirle. El vestido era de un sayal tan áspero como su ventura, un cayado en la mano, un zurrón del brazo izquierdo colgando.

Arrimóse al pie de una haya, comenzó a tender sus ojos por la hermosa ribera hasta que llegó con ellos al lugar donde primero había visto la hermosura, gracia, honestidad de la pastora Diana, aquella en quien Naturaleza sumó todas las perfecciones que por muchas partes había repartido. Lo que su corazón sintió imagínelo aquel que en algún tiempo se halló metido entre memorias tristes. No pudo el desventurado pastor poner silencio a las lágrimas, ni excusar los suspiros que del alma le salían [...]"


El fragmento pertenece al Libro I de Los siete libros de la Diana, donde aparece Sireno, uno de los personajes del triángulo amoroso que se va a desarrollar. Observa la descripción del pastor, ¿es propia de un ambiente rústico o más bien cortesano?


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Completa el texto siguiente con las palabras que se te ofrecen:

Banco de palabras: Petrarca, Diana, teatrales, pastor, Libro, antigüedad, renacentista.

Con la aparición de La de Jorge de Montemayor en 1558 o 1559 se inicia en España la popularidad de otro género propiamente .

La tradición bucólica comienza en la clásica y continuó de diversas formas en la Edad Media, culminando con el poeta provenzal con su Carmen bucolicum. En España, la figura del tiene manifestaciones en el de Buen amor del Arcipreste de Hita y en las serranillas del Marqués de Santillana, así como en las piezas teatrales de las representaciones del Nacimiento de Nuestro Señor, donde los pastores son imprescindibles. Posteriormente, los pastores aparecen en numerosas obras renacentistas y barrocas.

  

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