5.2 La revolución social

¿Recuerdas la historia con la que comenzamos esta unidad? En ella se reflejaban algunos de los rasgos antagónicos que caracterizaron el pensamiento y la realidad social del siglo XIX. Marx también vivió su época desde la perspectiva del antagonismo. La revolución industrial suponía un avance inédito en la capacidad productiva del ser humano, pero este progreso tecnológico, lejos de favorecer el progreso y el bienestar social, conducía a la acumulación de la riqueza en pocas manos, la explotación en el trabajo y la miseria social. Para él la razón de este contraste se hallaba en la vigencia de un modelo de producción, el capitalista, que ya no servía para propiciar el desarrollo, sino que se había convertido en un impedimento para el mismo.

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Desde el comienzo de este tema hemos visto cómo Marx rechaza un planteamiento puramente teórico de la filosofía, concibiendo el conocimiento desde su fundamento práctico: la actividad transformadora del ser humano. Al ser la realidad material y no la idea el sujeto del proceso dialéctico, las contradicciones y conflictos que nos aquejan no encuentran su solución en el ámbito teórico, sino en el práctico. Para ser efectiva, la crítica teórica ha de tener su continuidad en la praxis revolucionaria. El análisis riguroso y la toma de conciencia llevan a la acción política, ésta contribuirá a la aceleración de un proceso histórico que conduce al nacimiento de un nuevo orden productivo y, con ello, político y social.
La teoría del materialismo histórico da una explicación del conflicto de clases que caracteriza al modo de producción capitalista y el proceso que conduce a una revolución social de la que habrá de emerger un modelo socialista, caracterizado por la propiedad colectiva de los medios de producción.


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Las fuerzas productivas se desarrollan en el marco de unas determinadas relaciones de producción, pero llega un momento en el que estas relaciones se quedan anticuadas y en vez de propiciar el desarrollo de las fuerzas productivas, constituyen una traba para las mismas. Cuando el modo de producción existente se convierte en un obstáculo para su desarrollo se produce un conflicto entre clases que ha de suponer, finalmente, el nacimiento de una nueva sociedad. El cambio en la estructura económica supone la revolución de la superestructura jurídica, política e ideológica erigida sobre ella.

Las distintas etapas del desarrollo histórico social son las caracterizadas por los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués. Las relaciones de producción propias del capitalismo industrial vienen determinadas por el antagonismo de clases entre los propietarios de los medios de producción y los trabajadores. La lucha de clases generada en su seno ha de suponer, según Marx, un proceso que ha de llevar a la abolición de la propiedad privada y con ello el fin de la última forma antagónica del proceso de producción social.
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¿Es el materialismo histórico un modelo rígidamente determinista en relación con el proceso histórico?, ¿entiende Marx que la economía determina de forma mecánica las ideas, la política y la cultura que se dan en una sociedad determinada?, ¿se dirige la humanidad de modo forzoso al comunismo como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas? Ciertamente Marx enfatizó tanto el carácter sistemático de los acontecimientos históricos, como el papel determinante de la estructura económica para la explicación de la superestructura, una superestructura que comprende la organización legal y política y las formas de conciencia en el seno de una sociedad. Sin embargo, el grado de necesidad dado en los procesos históricos, el alcance de la determinación del factor económico sobre la superestructura, o la cuestión de si el comunismo es un fin inexorable o un proyecto ajustado al progreso histórico, fueron y siguen siendo fuente de polémica en la interpretación del pensamiento marxista. El mismo Marx tomó en consideración la interacción entre los distintos factores en el análisis de fenómenos históricos concretos y, junto a Engels, procuró defenderse contra la interpretación determinista de su visión histórica.

“El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones.” Engels, carta a José Bloch, 1890

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Ninguna explicación mejor que la que el mismo Marx nos ofrece en este célebre fragmento de la Contribución a la crítica de la economía política:

Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana.


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