6. Ejercicios resueltos

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Como sabes, uno de los rasgos comunes a las literaturas antiguas consiste en que, debido a su transmisión oral y escrita, los textos han pasado a formar parte de diversas tradiciones culturales en diferentes versiones y reelaboraciones.

En este ejercicio planteamos el análisis y comentario de un texto basado en un relato del Mahabharata, que el escritor español Alejandro Casona reelaboró e incluyó en su obra Flor de leyendas (1933).

La princesa Damayanti. Autor: Raja Ravi. Imagen en Wikimedia Commons bajo dominio público.

 

Nala y Damayanti (fragmento)
Damayanti estaba en su jardín, bañándose con sus doncellas en un estanque florecido de lotos, cuando vio llegar un cisne de alas de oro, que se posó sobre el agua. La princesa se dirigió hacia él a nado; pero el cisne huía, nadando más ligero que ella. Así lo persiguió por el agua y luego por la pradera, alejándose de sus doncellas. Entonces, el cisne le habló con una voz como una canción:
-Escúchame, bella Damayanti, que vengo a ti como mensajero. En el país de los Nisadas reina el gran Nala; no tiene par entre los hombres y es más hermoso que los mismos dioses. Nala te ama y está triste de amor. Ámale tú, Damayanti, la más bella de las princesas. Que lo mejor se una a lo mejor.
Damayanti escuchaba al cisne, y sus labios se entreabrían oyéndole como una flor al sol. Después acarició tiernamente al mensajero de las alas de oro:
-Vuela, cisne querido, vuela al país de los Nisadas. Y di a Nala que se ponga en camino, que venga a casa de mi padre. La más humilde de las princesas se honrará con la visita del más hermoso y valiente de los reyes.
Y el cisne, rápido y sonoro, voló nuevamente al país de los Nisadas.
El rey Bhima envía heraldos por toda la tierra, convocando a una Asamblea nupcial donde la princesa Damayanti elegirá esposo. Corren los heraldos lanzando su pregón por todos los reinos, y todos los príncipes se ponen en camino hacia el país de los Vidarbas. Van en ilustres carros, seguidos de brillantes cortejos. Entre todos destaca el carro dorado de Nala, tirado por veloces caballos salvajes.
Es la víspera de la Asamblea nupcial. Hoy todos los caminos de la India conducen a la corte de la princesa Damayanti .
Y el pregón de bodas llega también a la mansión de los dioses. Allí están reunidos el celeste Indra, y el ardiente Agni, y Kali, el dios vengativo, y todos los demás dioses. lndra les dirige la palabra:
-Escuchad, inmortales. Mañana se celebra en la corte del magnánimo Bhima la Asamblea nupcial donde la bella Damayanti ha de elegir esposo. Damayanti es la más hermosa princesa de la tierra; todos los reyes arden en deseos de agradarle. ¿No iríamos nosotros a disputar a los reyes de la tierra la más bella de las princesas?
-¡Sí, sí! -contestan todos-. Descendamos a la corte de Bhima, y que Damayanti elija su esposo entre los dioses.
Y con deslumbrantes cortejos, Indra, Agni, Kali y todos los dioses se encaminan en carros de oro hacia el país de los Vidarbas.
Todos los pretendientes son introducidos en un amplio salón de techos altísimos, resplandeciente de oro y pedrerías. Bhima recibe a todos con el rostro sonriente, dichoso de ver en su reino a los más ilustres príncipes de la tierra. Cuando entran los dioses, se inclina gravemente ante ellos, deslumbrado por su aire majestuoso. Pero cuando hace su entrada Nala, se oye en todas partes un grito de admiración: es tan brillante como un héroe, hermoso como un dios. Entre los dioses se sienta; los príncipes lo miran con envidia, y los mismos dioses no pueden ocultar su turbación.
En medio de un gran silencio aparece ahora la noble Damayanti. Trae en sus manos una guirnalda de lotos para ofrecerla al elegido de su corazón. Sus ojos, sonrientes y turbados, se posan sobre todos los pretendientes, y al ver a Nala, su corazón desfallece de gozo y de amor. Sin vacilar va hacia él para tenderle la guirnalda. Pero los dioses ven que van a ser públicamente derrotados por un hombre, y rápidamente se ponen de acuerdo para evitarlo.
De pronto, Damayanti se detiene con los ojos desmesurados de sorpresa. Todos los dioses han tomado la figura de Nala, y Damayanti ve delante de sí cien Nalas, todos iguales. Entonces comprende que es una treta urdida por los dioses, y les reza con toda la ternura de su corazón:
-¡Oh dioses! Bien sabéis que no puedo querer más que a Nala. El cisne me trajo su palabra de amor, y quiero serle fiel. ¡Oh dioses! Vuestra gloria es tan grande, que no puede caber en el amor de una débil mujer. ¡Oh guardianes del mundo! Presentaos en todo vuestro esplendor para que yo pueda distinguir al rey Nala, a quien ama mi corazón.
A estas palabras el milagro se desvanece. Los reyes celestes se presentan en toda su gloria: sus ojos están inmóviles, como grandes piedras preciosas, y sus pies no tocan en el suelo. En medio de ellos, Nala, con los pies en el suelo, tiembla de esperanza.
Entonces, Damayanti, alegre y tímida, le tiende la guirnalda.
En medio de brillantes fiestas se celebran las bodas. Los poetas entonan sus mejores cantos en honor de Nala y Damayanti, y los mismos dioses, a pesar de su derrota, perdonan el orgullo de los hombres y dan su bendición a los desposados. Después se remontan a su cielo.

ALEJANDRO CASONA, Flor de leyendas

1. Análisis del contenido y de la forma del texto


2. Situación de la obra a la que pertenece el fragmento en su contexto histórico-literario.

3. Valoración personal y relación de esta obra con otras obras literarias o/y con manifestaciones artísticas de cualquier época.