3.3. Leopoldo Alas "Clarín"

Clarín fue, antes que otra cosa, crítico literario. Sus primeros juicios críticos sobre literatura versaron acerca de la poesía y el teatro, pues no se llegó a interesar por la novela hasta que las creaciones de Galdós le
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incitaron a ello. A partir de 1877, fecha en la que aparece su artículo sobre Gloria, la novela será el centro de su atención y el género en el que más destacará como crítico y como creador.
Parte de su crítica se encuentra recopilada en libros: Solos de Clarín (1881), La literatura en 1881 (1882), Nueva campaña (1887), Mezclilla (1889), Benito Pérez Galdós (1889), Ensayos y revistas (1892), Palique (1893), Siglo pasado (1901) y los ocho Folletos literarios, su revista personal y exclusiva, que se publicaron entre 1886 y 1891.

Esta enorme labor crítica oscureció su labor narradora. Escribió narraciones de todo tipo: novelas, novelas cortas y cuentos. Estos últimos fueron publicados en periódicos y revistas hasta su edición en cinco tomos, entre 1886 y 1901: Pipá, El señor y lo demás son cuentos, Cuentos morales y el Gallo de Sócrates.

Junto a La Regenta escribe una segunda novela, Su único hijo (1890), con la intención de preparar una trilogía que no completó.

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En 1885, Clarín publica La Regenta (1885), la mejor novela del siglo XIX y una de las creaciones cumbre de toda la historia literaria española. La obra cuenta la vida en Vetusta, trasunto de su tierra natal, Oviedo, con la llegada de la mujer del nuevo regente, que revoluciona la rutina burguesa de la villa, generándose un triángulo amoroso entre la joven Ana Ozores, el magistral don Fermín de Pas y el donjuán provinciano Álvaro Mesía. La pasión se apoderará de los personajes, introduciéndolos en una rica trama psicológica y física, cercana al naturalismo.
"El Magistral estaba pensando que el cristal helado que oprimía su frente parecía un cuchillo que le iba cercenando los sesos; y pensaba además que su madre al meterle por la cabeza una sotana le había hecho tan desgraciado, tan miserable, que él era en el mundo lo único digno de lástima. La idea vulgar, falsa y grosera de comparar al clérigo con el eunuco se le fue metiendo también por el cerebro con la humedad del cristal helado. «Sí, él era como un eunuco enamorado, un objeto digno de risa, una cosa repugnante de puro ridícula... Su mujer, la Regenta, que era su mujer, su legítima mujer, no ante Dios, no ante los hombres, ante ellos dos, ante él sobre todo, ante su amor, ante su voluntad de hierro, ante todas las ternuras de su alma, la Regenta, su hermana del alma, su mujer, su esposa, su humilde esposa... le había engañado, le había deshonrado, como otra mujer cualquiera; y él, que tenía sed de sangre, ansias de apretar el cuello al infame, de ahogarle entre sus brazos, seguro de poder hacerlo, seguro de vencerle, de pisarle, de patearle, de reducirle a cachos, a polvo, a viento; él atado por los pies con un trapo ignominioso, como un presidiario, como una cabra, como un rocín libre en los prados, él, misérrimo cura, ludibrio de hombre disfrazado de anafrodita, él tenía que callar, morderse la lengua, las manos, el alma, todo lo suyo, nada del otro, nada del infame, del cobarde que le escupía en la cara porque él tenía las manos atadas... ¿Quién le tenía sujeto? El mundo entero... Veinte siglos de religión, millones de espíritus ciegos, perezosos, que no veían el absurdo porque no les dolía a ellos, que llamaban grandeza, abnegación, virtud a lo que era suplicio injusto, bárbaro, necio, y sobre todo cruel... cruel... Cientos de papas, docenas de concilios, miles de pueblos, millones de piedras de catedrales y cruces y conventos... toda la historia, toda la civilización, un mundo de plomo, yacían sobre él, sobre sus brazos, sobre sus piernas, eran sus grilletes... Ana que le había consagrado el alma, una fidelidad de un amor sobrehumano, le engañaba como a un marido idiota, carnal y grosero... ¡Le dejaba para entregarse a un miserable lechuguino, a un fatuo, a un elegante de similor, a un hombre de yeso... a una estatua hueca!... Y ni siquiera lástima le podía tener el mundo, ni su madre que creía adorarle, podía darle consuelo, el consuelo de sus brazos y sus lágrimas... Si él se estuviera muriendo, su madre estaría a sus pies mesándose el cabello, llorando desesperada; y para aquello, que era mucho peor que morirse, mucho peor que condenarse... su madre no tenía llanto, abrazos, desesperación, ni miradas siquiera... Él no podía hablar, ella no podía adivinar, no debía... No había más que un deber supremo, el disimulo; silencio... ¡ni una queja, ni un movimiento! Quería correr, buscar a los traidores, matarlos... ¿sí? pues silencio... ni una mano había que mover, ni un pie fuera de casa... Dentro de un rato sí, ¡a coro a coro! ¡Tal vez a decir misa... a recibir a Dios!». El Provisor sintió una carcajada de Lucifer dentro del cuerpo; sí, el diablo se le había reído en las entrañas... ¡y aquella risa profunda, que tenía raíces en el vientre, en el pecho, le sofocaba... y le asfixiaba!..."

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¿Es posible observar rasgos claramente naturalistas en el fragmento?


Pregunta de Selección Múltiple
¿Quién es el protagonista del fragmento anterior?
La Regenta.
El Magistral.
La ciudad de Vetusta.



¿Qué significa la expresión "él era como un eunuco enamorado" en el contexto del fragmento?
Que sentía un amor platónico.
Que no podía mantener relaciones sexuales.
Que su condición social reprimía sus instintos humanos.



¿Cómo llama el protagonista a la Regenta?
"Su mujer".
"Su hermana".
"Su hermana del alma, su mujer, su esposa, su humilde esposa".



Icono IDevice Curiosidad
Se sabe que Clarín tenía una letra ininteligible. Por ello recibía bastante a menudo críticas constructivas, alguna mofa o alguna queja, que demuestran, sobre todo, las buenas relaciones que mantenía con otros autores importantes de su época.
 
Así, por ejemplo, Pérez Galdós, en una carta le dice:
«¡Cuán más hermoso recibir un papel lleno de garabatos y prepararse a los goces puros de la adivinación! Ir conquistando sílaba a sílaba el reino misterioso de su escritura caldea».

Icono IDevice Objetivos
Para comprender la obra de Clarín debemos profundizar en su persona y sus características intelectuales. Su producción está marcada por los movimientos filosóficos y culturales de su época, en especial por el Krausismo, que contó con muchos seguidores en las letras españolas.

La Biblioteca Virtual Cervantes ofrece, también, una magnífica panorámica de este autor.