Fiódor (o Fédor) Dostoievski (1821-1881) pasa por ser uno de los máximos exponentes de la literatura rusa de todos los tiempos y uno de los grandes narradores de la literatura universal, por su profundo conocimiento del alma humana reflejada magistralmente en el contexto de la sociedad rusa del siglo XIX.

Una infancia difícil, su enfermedad epiléptica, sus tumultosas relaciones sentimientales, sus giros ideológicos y políticos, sus estancias en diversos lugares de Europa y sus continuas dificultades económicas marcan profundamente su vida y su obra.

Esta se inicia especialmente con el conocimiento y traducción, muy joven aún, de la obra de Balzac. El éxito de Pobres gentes (1846), su primera novela, en la que ya comienza a considerar literariamente la plasmación de los problemas sociales, lo catapulta definitivamente al mundo literario. En sus libros posteriores, algunos de ellos no tan bien recibidos por la crítica, siguió explorando los ambientes socialmente deprimidos.

Su implicación social le conducirá precisamente a contactar con círculos revolucionarios y a ser condenado a trabajos forzados en Siberia, lo que en gran parte hace que su carrera literaria se interrumpa hasta su vuelta a San Petersburgo. De esta época data, por ejemplo, Humillados y ofendidos (1861). Un periodo de oscuridad, depresión y juego generan también El jugador (1866).

Los años vividos fuera de Rusia coinciden con grandes dificultades personales pero también con una gran creatividad, con obras como Crimen y castigo (1866), antes de regresar a Rusia, ya con un gran reconocimiento internacional, y abordar su última obra maestra: Los hermanos Karamazov (1890).

La importancia de este autor es enorme. Ya nadie duda de que su obra, aunque escrita en el siglo XIX, sigue siendo útil para reflejar algunas de las miserias e injusticias de la sociedad actual. Su influencia sobre corrientes de pensamiento posteriores, como el nihilismo o el existencialismo, es reconocida, así como el valor de haber generado algunas de las obras cumbre de la narrativa.

Como hemos indicado, esta novela presenta un fondo autobiográfico, pues fue compuesta precisamente en un periodo en que la depresión y otras dificultades arrastraron a la pasión por el juego a su autor. Las deudas contraídas por este motivo llevan a Dostoievski a adquirir el compromiso de entregar rápidamente una nueva novela para no perder los derechos sobre toda su producción anterior. De este modo, y ayudado por una taquígrafa (que más tarde será su esposa), da a conocer en un tiempo inusitado El jugador.

 

Además de esta vertiente autobiográfica, la crítica coincide en señalar a esta obra como un certero análisis de la forma de ser del ruso: su tendencia a la resignación, a evitar el enfrentamiento con la realidad buscando refugios.

 

Se trata de una narración en primera persona, en boca de Alexei Ivanovich, que refleja la propia obsesión de su autor por el juego de la ruleta, además de situarse en Europa, en un entorno muy similar al que rodeaba al propio Dostoievski en el momento de su redacción. En el relato, que mezcla la crítica a ambientes sociales decadentes, las pretensiones amorosas y la falta de ética, un personaje empieza jugando por prestigio social y acaba haciéndolo para sobrevivir.

 

Su argumento ha servido también como base de una ópera de Prokófiev con el mismo título, así como a numerosas adaptaciones cinematográficas.