Estatua de Boccacio en la Galería Ufizi Imagen en Wikimedia Commons bajo dominio público

Giovanni Boccaccio nació a principio del siglo XIV, seguramente en Florencia. Fue hijo ilegítimo del mercader Boccaccio. La identidad de su madre es desconocida. Se sabe que su infancia transcurrió en esta ciudad y que fue acogido y educado por su padre, quien lo envía a trabajar a Nápoles, a la oficina comercial de la que era agente.

Tras fracasar en el comercio y en el derecho, se dedicó por entero a las letras, bajo la tutela de destacados eruditos de la corte napolitana. Se relacionó con el ambiente refinado de la corte.

Cuando tenía veintitrés años, conoció a una dama napolitana de la que se enamoró apasionadamente —el encuentro se describe en su obra Filocolo—; la inmortalizó con el nombre de Fiammetta («Llamita») y la cortejó con canciones y sonetos. Es posible que Fiammetta fuese María de Aquino, una noble muy influyente. Fiammetta introdujo a Boccaccio en la corte y apoyó su carrera literaria. Bajo su inspiración escribió sus novelas y poemas juveniles. Se sabe que la ruptura con Fiammetta, que partió de ella, le causó un gran dolor.

En 1340 regresa a Florencia por problemas financieros de su padre. Tras vivir dos años en Rávena, regresa a Florencia, asolada por la peste que describe en El Decamerón. Muere su padre y Boccaccio se establece definitivamente en esta ciudad, para ocuparse de sus bienes. Por fin es apreciado allí por por su cultura literaria.

El Decamerón fue compuesto durante la primera etapa de su estancia en Florencia, entre 1349 y 1351. Su éxito aumenta el prestigio de Boccaccio, lo que le facilita desempeñar varios cargos públicos de cierta importancia diplomática.

En 1351 le fue confiado el encargo de desplazarse a Padua, donde vivía Petrarca. Entre ambos escritores ya había una sincera amistad.

Su tranquila vida en Florencia se altera por la presencia del monje Gioacchino Ciani, quien lo invitó a abandonar la literatura y los argumentos profanos. Bajo su influjo, Boccaccio llegó a pensar en quemar sus obras, de lo que fue disuadido por Petrarca.
En 1362 se trasladó a Nápoles, invitado por amigos florentinos, esperando retomar la vida activa y serena que había llevado en el pasado. Sin embargo, Nápoles era muy diferente de la ciudad próspera y culta que había conocido. Boccaccio, decepcionado, la abandonó pronto. Se retiró cerca de Florencia para dedicarse a la meditación religiosa y al estudio. Allí encontraría la muerte en 1375.