2.2. Quevedo

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Imagen de Juan Van der Hammen bajo Dominio público
Una misma actitud de despreocupación en la edición de la obra une a Quevedo con su eterno rival, don Luis de Góngora. Quevedo no pareció preocuparse excesivamente por la publicación de sus obras poéticas hasta los últimos años de su vida, de tal manera que el conocimiento directo de las mismas se realizó en la época a través, fundamentalmente, de copias manuscritas que circulaban de mano en mano por toda España, e incluso a través de la transmisión oral (sobre todo, en este último caso, en romances y letrillas).
Su enfrentamiento con Góngora fue más en en el terreno personal que en lo puramente estético. ¿Recuerdas el autorretrato del poeta cordobés? Así le contesta el madrileño, con este soneto cargado de doble sentido.

"Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado;
era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito."


No todo en esta lectura es un retrato físico del poeta culterano. Igual que con el autor del Polifemo, para entender a Quevedo tenemos que leer entre líneas.


Sin embargo, Quevedo no se limita a este tipo de textos, sino que es uno de los grandes pensadores de la época. Junto a esta poesía como juego, aparece otra como expresión de la autenticidad del ser, como lección didáctica y, por supuesto, las traducciones de otros autores.

En el primer grupo encontramos:

  • Sonetos, letrillas y romances burlescos, como el de arriba, en el que se revela, una vez más, como un consumado maestro del idioma.
  • Sátiras personales.
  • Las jácaras, poesía tabernaria y prostibularia convertida en arte. El éxito de estos poemas fue enorme, e incluso, alguno de ellos —La jácara de Escarramán— recibió una versión a lo divino. En ellos el uso del argot de germanía se generalizó totalmente y la perfección alcanzada en su empleo es tal que superó a cualquier otro intento similar emprendido en su época. La coexistencia del léxico de germanía con el castellano es perfecta y constituye uno de los grandes aciertos de estas composiciones.

 
En el grupo de poesía reflexiva y seria se pueden ver:

  • Poemas amorosos de corte petrarquista, platónico y cortesano.
  • Poemas metafísicos, que parten de los grandes tópicos ancestrales de la humanidad -la vida, la muerte, el tiempo...-.
  • Poemas religiosos y morales, basados en el escepticismo y el desengaño de la vida.
  • Poemas políticos, de los cuales ya hemos leído algo en los apartados anteriores.
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La poesía de Francisco de Quevedo es la más representativa del movimiento literario denominado conceptismo. A diferencia de la lírica culterana, el poeta conceptista profundiza en el sentido o concepto de las palabras a partir de una serie de juegos de agudeza verbal, con la finalidad de impresionar la inteligencia del receptor.

Al igual que Góngora, Quevedo es un verdadero estilista de la lengua. Pero, a diferencia de aquel, no le interesa cultivar la forma de las palabras, sino el poder que estas tienen para manifestar estados y provocar sutiles razonamientos. Emplea con frecuencia recursos como los neologismos, la hipérbole, la dilogía, la antítesis y, por supuesto, la metáfora.


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Imagen de Diego Velázquez bajo Dominio público

Quevedo llegó a apostar con sus amigos una gran suma de dinero a que era capaz de reprochar a la reina —Doña Isabel, esposa de Felipe IV— su regia cojera. Al recibir las apuestas de todos sus amigos —no pensaron que se atrevería—, Quevedo aguardó la ocasión.
Al poco tiempo, fue invitado a Palacio a una importante recepción. Se presentó con dos hermosas y bellas flores, una rosa y un clavel. Al acercarse a la reina, le entregó ambas flores diciendo:

 

—“Entre el clavel y la rosa, Su Majestad es-coja”.

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La originalidad de Quevedo radica en su estilo y en su persona. Nada en él pasaba desapercibido. Por eso no es de extrañar que haya producido una ingente bibliografía crítica.

Góngora y Quevedo son tradicionalmente considerados como representantes de dos estilos literarios: el culteranismo (o gongorismo), por un lado, y el conceptismo por otro. Ambos estilos no son tan opuestos como muchas veces se ha afirmado, si bien la rivalidad personal entre los escritores puede haber contribuido a esta oposición. Te presentamos a continuación un ejercicio práctico que seguro que te ayuda a diferenciarlos mejor: