1.1 El precursor: Thomas Hobbes.
Thomas Hobbes (1588-1679) suele ser considerado como el fundador de esta corriente de pensamiento. Aunque algunos autores rastrean el origen del empirismo inglés remontándose incluso a la obra de Guillermo de Ockham (u Occam), en el siglo XIV, podemos considerar sin embargo a éste más como un precursor, dada la distancia cronológica que los separa.
En las obras de Hobbes se funden conceptos de filosofía natural y de política. Influenciado fuertemente por la obra de Galileo y los científicos del Renacimiento, su filosofía es un estudio de los cuerpos y las causas que permiten comprenderlos. A diferencia de Descartes, Hobbes nos propone un planteamiento distinto sobre la relación entre el pensamiento y el cuerpo, y nos pregunta: ¿por qué el pensamiento no puede ser el acto de un cuerpo? O, dicho de otro modo, ¿no puede ser que unos cuerpos tengan la propiedad de pensar (aunque otros no la tengan)?
Esta concepción difiere radicalmente de la postura cartesiana. Así, la filosofía no puede ser más que el conocimiento de los efectos o fenómenos que ocurren en los cuerpos, y habrá que estudiarlos a través de sus causas. Hobbes crea un auténtico sistema: la geometría sería el estudio de los movimientos espaciales de los cuerpos; la física estudiaría los efectos de los cuerpos en movimiento (mecánica); la ética sería el estudio de las pasiones, entendidas como resultados de los efectos del sistema nervioso humano; y la política no sería otra cosa que las diversas relaciones de estos cuerpos (entendidos como sistemas nerviosos, aunque eso sí, bastante complicados).
Thomas Hobbes en Wikimedia Commons, |
Solamente de este modo podremos entender la relación entre la filosofía natural, la ética y la política. La filosofía es la ciencia de los cuerpos y sus causas; la filosofía natural se ocupa de los cuerpos físicos (y, entre ellos, de los humanos), y la filosofía política lo hace sobre ese cuerpo artificial (o conjunto de cuerpos) que es el Estado.
Pre-conocimiento
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Portada original del Leviathan de Hobbes |
Es curiosa, además, la concepción del lenguaje y del pensamiento que
este autor mantiene: razonar es calcular, computar; razonar no es sino
conectar nombres, definiciones y proposiciones. Un ejemplo: si un
hombre es la suma de "animal" y "racional", dice Hobbes, un animal no
es sino la resta igual a "hombre" menos "racional".
Hombre = animal + racional // Animal = hombre - racional
Cualquier razonamiento se reduce de este modo a
dos operaciones de la mente a partir del uso de los nombres y las
definiciones: sumar y restar. Así, junto a una filosofía del lenguaje
con un nominalismo extremo (recordad a Ockham), y un fisicalismo
radical (el estudio de los cuerpos), Hobbes parece adelantarse a un
determinado tipo de lógica posterior, que hizo posible la computación.
Finalmente, no podemos dejar de exponer el pensamiento de este autor sin mencionar su obra más importante: Leviathan, o la materia, la forma y el poder de un Estado eclesiástico y civil (1651). En ella, Hobbes nos muestra cómo el corporeísmo y mecanicismo del mundo físico afecta también al ser humano: estamos determinados en nuestros deseos por las sensaciones físicas de placer y dolor. La voluntad no es más que la manifestación de otro tipo de movimiento de los cuerpos. El bien es, por lo tanto, algo relativo y depende de los cuerpos mismos (de la persona y sus circunstancias). ¿Cómo es posible entonces la vida en sociedad?
Pues muy simple: por un acuerdo o contrato en el que cada uno de nosotros cedemos nuestros derechos a otra persona, esperando con ello el beneficio de una vida mejor. Como vemos, incluso la política se deduce de los principios mismos de la filosofía natural.
El ser humano, en defensa de sus intereses particulares, sería como un animal salvaje (en sentencia de Plauto, "lupus est homo homini", el hombre es un lobo para el hombre). De este modo el bien común no es posible sin la cesión de los derechos a un monarca absoluto, que ostente todos los poderes, un poder absoluto, para regular correctamente la vida pública, y evitar la lucha de todos contra todos. Las normas sociales no son más que la racionalización del egoísmo, puesto que prima el instinto de autoconservación.
A continuación tenemos una exposición sobre dicha obra (un poco larga, pero muy buena: nos encanta eso de "que los vagos sean obligados a trabajar").