2. Situación actual de la economía
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En las dos últimas décadas los precios de las viviendas no pararon de crecer, este crecimiento de precios terminó siendo el principal motor del consumo y la inversión que se concentró en la construcción residencial (el precio de compra de una vivienda de 90 metros en una gran ciudad ha pasó de 35.000 € en 1987 a 354.431 € en 2007, ¡más de un 1000%!).
Por otro lado, como consecuencia de la integración en la Unión Europea, se produjo una espectacular bajada de los tipos de interés, que pasaron de tasas superiores al 14´5% en los años anteriores a 1999 al 3,8% en dicho año y al 2% en 2004.
Si a esto se une la baja inflación, la ampliación de los plazos de devolución de los créditos y las desgravaciones fiscales por compra de vivienda se llega a la conclusión de que no conviene ahorrar, que lo que conviene es consumir, gastar e invertir en el sector inmobiliario.
Imagen de elaboración propia
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El aumento del precio de la vivienda ha sido el motor del consumo y de gran parte de la inversión de los últimos años. Entre 1987 y 1995 el precio de la vivienda se duplicó, pero entre 1995 y 2007 este último precio se multiplicó por cuatro. Es decir, en los últimos veinte años la vivienda ha multiplicado su precio por diez, mientras que los salarios sólo se han duplicado en el mismo período. Se podría pensar que un aumento de precios tan espectacular en un bien básico debería haber producido algún tipo de reacción social; pero no fue así, lo que ocurrió fue que el consumo, lejos de retraerse forzando los precios a la baja, siguió la estela de los crecientes precios en un comportamiento fuera de la lógica del mercado.
Mientras el motor de la construcción creaba puestos de trabajo, dinero fácil para unos pocos y atraía el esfuerzo de ahorro de muchos, todo iba bien. La sensación de riqueza animaba el consumo, pero a las primeras dificultades financieras, el modelo mostró su otra cara: las cantidades que, en concepto de devolución del préstamo (principal) más intereses, se tenían que entregar al banco eran muy superiores a las que se tenían que asumir en el pasado, cuando el precio del dinero era más alto. Es decir, nos estábamos endeudando más.
Imagen 7. Autor: Imagen de elaboración propia. Fuente: INE. |
Además del excesivo peso en el PIB del sector de la construcción otras circunstancias que colocan a España en una situación más delicada frente a la crisis son la tendencia histórica a suplir la inversión en capital con bajos costes laborales (inmigración, precariedad laboral, etc.), y una todavía insuficiente tasa de inversión de I+D+i. De manera que el crecimiento del PIB pasa del 3,6% en 2007 al -3´6% en 2009 y la tasa de paro se sitúe en el 18´83% en el cuarto trimestre del mismo año.
Como vimos en el tema sobre la crisis, nos ha tocado vivir en primera persona los efectos de la entrada en la fase decreciente del ciclo y a partir de ahí se reproducen todos los hechos del círculo vicioso: crisis, aumento del desempleo y de la renta de las familias, descenso de la confianza y del consumo, cierre de empresas, más desempleo, etcétera.
En este preocupante contexto se producen continuas reuniones entre países y organismos internacionales para intentar poner en marcha medidas de política económica que reviertan el clima económico. Son tiempos difíciles para muchas familias pero de gran interés para el análisis económico: todo el mundo habla de la situación de la crisis y crece el interés por la ciencia económica pero lo más curioso es que pronto se olvida el origen de la crisis (los excesos de los mercados financieros y la especulación inmobiliaria) y el peso de la recuperación cae en el sector público (medidas de corte keynesiano intentan animar la demanda) y en las capas más vulnerables entre las economías domésticas: jóvenes desempleados, inmigrantes, mujeres, etcétera.
Se puede decir que el mercado laboral español es un sistema dual, que está compuesto de trabajadores mayores, con menor nivel relativo medio de cualificación, con contratos indefinidos y con costes de despido un 25% superiores a la media europea, y de trabajadores jóvenes, con mayor nivel medio de cualificación, con contratos temporales, sin apenas costes de despido y que no reciben formación continua suficiente en la empresa para mejorar su productividad. El resultado es que muchos jóvenes universitarios con contratos temporales se ven obligados a realizar tareas de educación secundaria y formación profesional, para las que están sobre-capacitados. Guillermo de la Dehesa.
Crecimiento económico.
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Desaceleración del crecimiento.
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Estabilización del crecimiento económico.
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Depresión.
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