Para gestionar adecuadamente los residuos, hay que tratarlos de manera individual, seleccionándolos y separándolos desde el origen, organizando su recogida y realizando un posterior tratamiento “personalizado” para cada caso. Para ello se siguen una serie de fases:

Pre-recogida: mecanismos para depositar los residuos y ser recogidos y transformados por los servicios municipales: bolsas, cubos de basura, contenedores, etc... Esta recogida puede ser homogénea o selectiva. En este proceso debe implicarse a toda la sociedad:

Tanto en el ámbito doméstico: deben clasificarse los R.S.U. en diversas fracciones: orgánicos, papel, vidrio, pilas, envases, etc. Como en el ámbito de la administración: deben instalarse contenedores especiales para cada grupo de residuos.

Recogida: operaciones de carga de los residuos en los vehículos desde los contenedores o puntos limpios.

Transporte: incluye el desplazamiento de los residuos a su punto de destino y su descarga.

Su destino puede pasar por un punto intermedio donde se realiza una nueva clasificación (es el caso de las plantas de triaje o clasificación). A partir de aquí se siguen dos posibles caminos:

-Plantas de reciclaje. De esta forma los residuos ingresan de nuevo en los sistemas de producción como nuevas materias primas, de manera que no llegan a ser auténticos residuos.

-Eliminación a través de incineradoras o en vertederos.

Existen también instalaciones especiales denominadas puntos limpios, donde se llevan los R.S.U. que no tienen un sistema específico de recogida. Se trata de materiales como pinturas, aceites, fluorescentes, productos de limpieza, aparatos de bricolaje, productos de automóvil, insecticidas de origen doméstico, materiales electrónicos (radios, ordenadores).