"El conocimiento más esencial que exige es por supuesto el del corazón del hombre. Ahora bien, todas las personas bienintencionadas estarán de acuerdo con nosotros cuando afirmamos que ese conocimiento importante no se adquiere sino mediante las desgracias y los viajes; es menester haber visto a hombres de todas las naciones para conocerlos bien; hay que haber sido su víctima para saber apreciarlos; la mano del infortunio, al exaltar el carácter de aquél a quien aplasta, lo pone a la distancia justa a que hay que estar para estudiar a los hombres; los ve desde ahí como el pasajero percibe las olas furiosas romperse contra el escollo sobre el que le ha arrojado la tempestad.
Mas, sea cual fuere la situación en que le haya colocado la naturaleza o el desconocido, si quiere conocer a los hombres, que hable poco cuando está con ellos; no se aprende nada cuando uno habla, no se instruye uno más que escuchando; por eso los charlatanes comúnmente no son sino imbéciles."
Palabras sabias estas de Donatien Alphonse François de Sade, más conocido por el Marqués de Sade, escritas en 1799 como prólogo a una colección de novelitas titulada Los crímenes del amor. Lo leí siendo muy joven, aún no conocía a Violeta. Creo que fue uno de los libros que construyeron parte de mi destino para que nos llegáramos a conocer. Aunque desde la distancia del tiempo, aquí, al otro lado del inmenso océano, la historia, sea la de uno o la de toda mi generación, se troquela lo necesario para que encaje como una pieza más de un rompecabezas y convertirla en novela. La realidad de la vida española se me fue desdibujando poco a poco como también le sucedió a los escritores exiliados. Muchos se refugiaron en la evocación del tiempo pasado que
ellos conocían como material de su nueva creación, y otros,
cayeron en el desarraigo, rompiendo los lazos con los que allí quedaron.
Cumplimos así con la primera condición del Marqués para escribir una novela: la distancia y el sufrimiento. Así que lo que nos esperaba a partir de entonces ya no sería historia sino novela. Pero ¿sería la misma que había escrito Unamuno, Baroja, Azorín, Miró y otros tantos que nos precedieron en el empeño antes de esa guerra fratricida que nos hizo "víctimas" y no dio "la distancia justa" ?