Una de las preguntas que más nos viene a la cabeza al pensar en el hoplita es ¿qué los hizo tan especiales para poder dominar los campos de batalla durante cuatro siglos?. Evidentemente la infantería pesada ya existía tiempos atrás en los imperios orientales, esta iba aparentemente equipada como el hoplita, llevaban sus lanzas para el primer choque, su espada y su escudo para el combate cuerpo a cuerpo, el casco para proteger la cabeza y, los más afortunados, espinilleras que protegían sus piernas. También conocían el combate en orden cerrado y los problemas que traía consigo, como romper la formación en una batalla, entonces ¿dónde estaban las diferencias?.
La primera quizá apareció motivada por la mejora del armamento al desarrollar técnicas de forja más avanzadas, que trajeron la utilización masiva del bronce. Con este material se hacía el arma que principalmente caracterizo al hoplita y del que precisamente cogió su nombre, este es su escudo, el hoplon.

   El hoplon era redondo y de unas dimensiones mayores que los utilizados hasta la fecha, tenía unos 90cm, por su interior llevaba una abrazadera (parpax), para meter el brazo de forma que este quedara más sujeto, y un sistema de agarrado (antilabe), para poder asirlo con la mano. Pero lo revolucionario de este escudo era su finalidad, sus grandes dimensiones permitían proteger la parte izquierda del cuerpo, y el lado derecho del compañero de fila que es la parte vulnerable, al ser la mano derecha donde se lleva el arma. Esto causaba una impresión de seguridad que debía de tranquilizar mucho al hoplita. En cambio la impresión para el enemigo tenía que ser terrible al ver enfrente de ellos una gigantesca muralla de escudos y lanzas sin fisuras. Su único punto débil era el soldado colocado más a la derecha de la formación, pues no tenía a nadie que le protegiera, por este motivo la falange tendía a escorarse. Los griegos en este puesto colocaban al mejor luchador que tenían siendo conscientes del punto débil de la formación. Tucídides (V,71) nos describe esto en su descripción de la batalla de Mantinea, “Los ejércitos hacen todos esto: suelen cabecear hacía su ala derecha en las acometidas y, en consecuencia, dominan ambos con su ala derecha el ala izquierda del contrario, y ello a causa de que cada soldado, por temor, protege lo más posible su lado desnudo (es decir, el derecho) con el escudo del compañero situado a su derecha, y por considerar que la formación compacta es lo que ofrece mayor seguridad. En realidad, el que inicia el desvío es el que va primero por la derecha, en su afán de hurtar continuamente la parte desnuda de su cuerpo a los contrarios; después, le siguen por el mismo temor los demás”.

   La otra ventaja del hoplon, era el aprovechamiento táctico que se hacía de él. Los hoplitas cargaban contra el enemigo formando en filas y columnas, cuanto más densas en profundidad eran estas filas, más fuerte era el impacto sobre el enemigo. Aquí el escudo era un arma terrible, utilizándolo para empujar mientras con la mano derecha en la que se portaba la espada o la lanza aseteaban una y otra vez al enemigo.

 

   El resto del equipo, las espinilleras (grebas), el casco, la espada, la lanza (de madera de cornejo y punta de hierro) hacían en su conjunto del hoplita un guerrero formidable. Todo el equipo en su conjunto podía pesar entre 35 y 70 Kilos, por esta razón se necesitaba de la ayuda de personal que les ayudaran a portear el equipo cuando salían de campaña. Se sabe que los espartanos antes de la batalla de Platea llevaron consigo hasta siete ilotas como ayudantes para ayudarles con el equipo (además de alejarlos del pelopóneso).


   Por último, el otro aspecto que hizo destacar al hoplita en el campo de batalla es más psicológico que propiamente militar: el sentimiento de unidad de ser todos uno, luchar codo con codo, ser igual en la batalla y compartir todos la misma gloria o las mismas desdichas. Todo esto hacía del soldado griego un hombre con un temperamento muy fuerte que sabía sufrir en la batalla, donde defendía a su polis que era su identidad, y donde defendía esos derechos que tanto les habían costado conseguir o que en su defecto estaban demostrando porque eran merecedores de ellos.
Citando unas palabras de J.P.Vernant “La virtud guerrera es resultado de la sophrosyne: un dominio completo de sí, una constante vigilancia para someterse a una disciplina común, la sangre fría para refrenarse en los momentos en que se puede perturbar el orden de la formación”, ellos sabían que si se rompía la formación tanto por miedo como por dejarse llevar por el fragor de la batalla podían poner en peligro al grupo, por eso el ciudadano que abandona la formación quedaba marcado de por vida.

   Básicamente ya se han comentado muchos aspectos que hacen del hoplita un ciudadano, podrían resumirse en su conciencia que tiene de pertenencia a su ciudad. La importancia del interés colectivo sobre el individual.
El hoplita era un campesino, un mercader, cuyo principal interés era ser reconocido en su sociedad, una sociedad dominada por una aristocracia que tuvo que acabar doblando su rodilla ante un pueblo unido, que aspiraba a una igualdad política.
Evidentemente la aristocracia no desapareció, sólo se muto para adaptarse a la nueva situación, para seguir dominando a una sociedad que en algunos momentos rozó el ser un sistema perfecto (para su época).
Finalmente, la guerra del Peloponeso acabó transformando poco a poco todos esos valores para en el año 338, en los campos de Queronea, dar comienzo a una nueva época en la que el hoplita había sido ya superado.

 

Por Pedro Llanes.

                                               Tomado de http://www.satrapa1.com/articulos/antiguedad/hoplita/hoplita.htm