3. Ejercicios resueltos

Icono de iDevice Caso de estudio
Imagen de Caravaggio bajo Dominio público

La historia del pícaro es la de la España del siglo XVII, llena de contrastes. Un niño abandonado a su suerte que busca sobrevivir robando, engañando y haciendo todos los chanchullos a su alcance. Y es este personaje el protagonista de una nueva forma narrativa que va a acercar al lector a la realidad. Tal vez esta sea una de las claves de su éxito: huir de tanto relato fantástico que no reflejaba las preocupaciones de cada uno de nosotros. Y la picaresca lo consigue con un lenguaje nuevo, unos personajes verosímiles y un tema creíble.

El descubrimiento de El Lazarillo de Barcarrota en 1992 despertó en mí el gusto dormido por releer las obras más importantes del género. Ver ese ejemplar, del que tengo en la biblioteca el facsímil de 1996, era observar las calles de una ciudad española, transitadas por capas, golillas y bonetes, aguadores, alguaciles, corchetes y bravos, tontillos que ahuecaban las faldas de las señoras y lonas que cubrían los pies de los campesinos.
Repasemos este nuevo género y, con ello, los contenidos del tema, a través de un fragmento de la obra que fija definitivamente, cogiendo el testigo de El Lazarillo, los constituyentes del género: Vida del pícaro Guzmán de Alfarache.

Se trata de un texto perteneciente a la parte segunda, libro tercero, capítulo octavo. En este capítulo, Guzmán cuenta su vida como preso en galeras y su reflexión sobre una vida nueva honrada. Es el fragmento clave para entender la estructura del libro como justificación al estado actual del pícaro. Léelo con detenimiento.

"Ya con las desventuras iba comenzando a ver la luz de que gozan los que siguen a la virtud y, protestando con mucha firmeza de morir antes que hacer cosa baja ni fea, sólo trataba del servicio de mi amo, de su regalo, de la limpieza de su vestido, cama y mesa. De donde vine a considerar y díjeme una noche a mí mismo: « ¿Ves aquí, Guzmán, la cumbre del monte de las miserias, adonde te ha subido tu torpe sensualidad? Ya estás arriba y para dar un salto en lo profundo de los infiernos o para con facilidad, alzando el brazo, alcanzar el cielo. Ya ves la solicitud que tienes en servir a tu señor, por temor de los azotes, que dados hoy, no se sienten a dos días. Andas desvelado, ansioso, cuidadoso y solícito en buscar invenciones con que acariciarlo para ganarle la gracia. Que, cuando conseguida la tengas, es de un hombre y cómitre. Pues bien sabes tú, que no lo ignoras, pues tan bien lo estudiaste, cuánto menos te pide Dios y cuánto más tiene que darte y cuánto mejor amigo es. Acaba de recordar de aquese sueño. Vuelve y mira que, aunque sea verdad haberte traído aquí tus culpas, pon esas penas en lugar que te sean de fruto. Buscaste caudal para hacer empleo: búscalo agora y hazlo de manera que puedas comprar la bienaventuranza. Esos trabajos, eso que padeces y cuidado que tomas en servir a ese tu amo, ponlo a la cuenta de Dios. Hazle cargo aun de aquello que has de perder y recebirálo por su cuenta, bajándolo de la mala tuya. Con eso puedes comprar la gracia, que, si antes no tenía precio, pues los méritos de los santos todos no acaudalaron con qué poderla comprar, hasta juntarlos con los de Cristo, y para ello se hizo hermano nuestro, ¿cuál hermano desamparó a su buen hermano? Sírvelo con un suspiro, con una lágrima, con un dolor de corazón, pesándote de haberle ofendido. Que, dándoselo a él, juntará tu caudal con el suyo y, haciéndolo de infinito precio gozarás de vida eterna. » En este discurso y otros que nacieron dél, pasé gran rato de la noche, no con pocas lágrimas, con que me quedé dormido y, cuando recordé, halléme otro, no yo ni con aquel corazón viejo que antes. Di gracias al Señor y supliquéle que me tuviese de su mano. Luego traté de confesarme a menudo, reformando mi vida, limpiando mi conciencia, con que corrí algunos días. Mas era de carne. A cada paso trompicaba y muchas veces caía; mas, en cuanto al proceder en mis malas costumbres, mucho quedé renovado de allí adelante. Aunque siempre por lo de atrás mal indiciado, no me creyeron jamás. Que aquesto más malo tienen los malos, que vuelven sospechosas aun las buenas obras que hacen y casi con ellas escandalizan, porque las juzgan por hipocresía."

¿Qué te ha parecido la historia? ¿La has comprendido? ¿Crees sincero el "arrepentimiento" del pícaro?

Si has ojeado o leído El Lazarillo, verás que hay coincidencia en el tono y el tema, aunque también algunas diferencias.

Efectivamente, el parentesco entre la obra anónima y la de Mateo Alemán es indudable. Investiguemos un poco en libros o en Internet sobre las coincidencias y las discrepancias de ambas.

Otro de los problemas que presenta este tipo de texto realista es la comprensión de algunos términos. En primer lugar, porque pueden tratarse de voces técnicas o propias, ya desusadas; y en segundo lugar, porque pueden ofrecer significados derivados (típicamente literarios, en los que se emplean algún recurso, como la ironía o la metáfora) y jergales. Estos últimos son los que en la época se conocen como germanías.
Busquemos algunos casos de léxico que dificulten la comprensión.

Por último, una diferencia esencial con El Lazarillo es la introducción del tono moral. El Guzmán, en este fragmento representativo de muchas partes del libro, adopta casi la apariencia de un sermón teologal, más útil para el receptor que para el mismo que lo cuenta. Por eso, adopta ese desdoble de personalidad: la del pícaro y la del moralista, el Guzmanillo y Guzmán, nombre de origen germánico que significa, nada más y nada menos, "enviado de Dios".