4. El desarrollo del sistema cartesiano: la demostración de la existencia de Dios.
Tetragrammaton en el Palacio de Versailles |
La demostración de la existencia de Dios la plantea Descartes de tres formas distintas:
La primera de ellas requiere previamente aclarar la teoría de las ideas innatas. Según Descartes existen tres tipos de ideas: las ideas innatas, que están en nosotros desde el momento mismo del nacimiento, al menos como potencialidad, las ideas adventicias, o derivadas de los sentidos, y finalmente, las ideas facticias, o construcciones de nuestra imaginación. Hecha esta distinción, la cuestión está clara. Si en nosotros habita la idea de Dios como lo perfecto e infinito, ¿de qué tipo de idea se trata? Evidentemente, de una idea innata; pero, ¿cómo está presente en nosotros esa idea de infinitud y perfección, siendo nosotros seres finitos e imperfectos? La respuesta supone aceptar que es Dios mismo quien ha introducido en nosotros esas ideas innatas.
El segundo argumento se basa en mi propia existencia. ¿A qué se debe? No se puede deber a mí mismo, ni a que haya existido siempre, ni, por supuesto, a una causa menos perfecta. Luego he de buscar la respuesta definitiva en Dios.
El tercer argumento, no menos importante, es una variación del argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury: si mi mente es capaz de pensar en un ser infinito y perfecto, ha de pensarlo también como existente, pues de lo contrario le restaría perfección. Luego, a partir de la idea de perfección se deduce la existencia misma del ser divino.
|
Jehovah en Wikimedia Commons, |
Una vez demostrada la existencia de Dios, siendo éste bueno y perfecto, no puedo pensar que permita que nos engañemos en todo caso, por lo que aquellas proposiciones que veo muy clara y distintamente deben ser verdaderas y por tanto la idea de existencia de la realidad corpórea no puede ser una mera fantasía.
Solamente nos queda, para concluir la metafísica cartesiana, el paso de lo ideal a lo corpóreo. El yo o alma pensante es entera y absolutamente distinta de mi cuerpo, y puede existir sin él. En el sistema cartesiano es necesario el recurso a Dios, a través del principio de veracidad divina, para llegar al auténtico conocimiento, no sólo de mi propio cuerpo, sino de todo lo material, del mundo físico y sus leyes. Puedo pasar entonces al orden de la Física.