Debido a la globalización del planeta, los intercambios comerciales se realizan a escala mundial y la economía libre de mercado marca el ritmo en que se desarrolla la sociedad. Actualmente, el 80% de la riqueza es disfrutada únicamente por el 20% de la población mundial.

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Los intercambios entre los países del norte y el sur se basan en el flujo de materias primas desde los países menos desarrollados a los más avanzados tecnológicamente y estos últimos son los que ofertan los productos elaborados a los primeros. Esta forma de comercio hace que los trabajadores de los países no desarrollados no tengan ingresos justos. La mayoría de los beneficios son obtenidos por los intermediarios.

Una solución para este problema es lo que se conoce como comercio justo, que se basa en el respeto y que garantiza los derechos de los trabajadores menos favorecidos, asegurando un intercambio comercial digno.

También comprometida con los derechos sociales está la responsabilidad corporativa, que consiste en dirigir una empresa cumpliendo de forma escrupulosa con los derechos sociales, culturales y ambientales en todas sus acciones.

Una contribución al desarrollo económico sostenible desde los gobiernos es la fiscalidad verde, que premia a aquellas empresas y particulares que apuestan por tecnologías limpias.

Una de las causas que impide el desarrollo de muchos países es la deuda externa. En muchos casos el dinero solicitado ha beneficiado sólo a unos pocos. El biólogo Tom Lovejoy planteó el cambio de la deuda externa por la deuda por naturaleza: es decir, cambio de la deuda por acuerdos de protección de ecosistemas especialmente importantes y vulnerables, como por ejemplo conservación del Amazonas.

Otra forma de actuar es la banca ética, que se caracteriza por que sus clientes apenas tienen recursos y por tanto no se les pide ningún aval económico para la concesión de un préstamo.